Resultado de la experiencia individual y colectiva de un pueblo, así como producto de la imaginación, estos relatos nos ayudan a entender una forma de vida y nos permiten la entrada a una de las más misteriosas culturas de la historia.
El relato que aquí presentamos es —hasta donde se sabe— de autor anónimo y corresponde a una fecha indeterminada.
En cambio, son muy precisas su localización —la península de Yucatán, México— y su procedencia maya.
Esta fábula se titula La tristeza del maya.
Un día los animales se acercaron a un maya y le dijeron:
—No queremos verte triste, pídenos lo que quieras y lo tendrás.
El maya dijo:
—Quiero ser feliz.
La lechuza respondió:
—¿Quién sabe lo que es la felicidad? Pídenos cosas más humanas.
—Bueno —añadió el hombre—, quiero tener buena vista.
El zopilote le dijo:
—Tendrás la mía.
—Quiero ser fuerte.
El jaguar le dijo:
—Serás fuerte como yo.
—Quiero caminar sin cansarme.
El venado le dijo:
—Te daré mis piernas.
—Quiero adivinar la llegada de las lluvias.
El ruiseñor le dijo:
—Te avisaré con mi canto.
—Quiero ser astuto.
El zorro le dijo:
—Te enseñaré a serlo.
—Quiero trepar a los árboles.
La ardilla le dijo:
—Te daré mis uñas.
—Quiero conocer las plantas medicinales.
La serpiente le dijo:
—¡Ah, esa es cosa mía porque yo conozco todas las plantas! Te las marcaré en el campo.
Y al oír esto último, el maya se alejó.
Entonces la lechuza dijo a los animales:
—El hombre ahora sabe más cosas y puede hacer más cosas, pero siempre estará triste.
Y la chachalaca se puso a gritar: —¡Pobres animales! ¡Pobres animales!
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