En el siglo XIX, Frances Rolleston (1781-1864) una dama victoriana, anglicana devota y buena conocedora del griego y las lenguas semíticas (árabe, hebreo) quedó impactada por el Salmo 147, versículo 4, cuando leyó que “Dios llamó a las estrellas por su nombre”. Era interesante contrastarlo con el caso de los animales, a las que Dios no pone nombre, sino que deja esta tarea a los hombres, con sus lenguas mudables y cambiables.
Miss Rolleston dedicó toda su vida a averiguar el nombre perdurable y “verdadero” (árabe o hebreo) de las estrellas y a cotejar la Biblia con lo que se sabía de astrología antigua. Ella fue parte importante del entusiasmo de la época victoriana por la egiptología.
Su libro Mazzaroth, publicado en 1863, un año antes de su muerte, recoge sus investigaciones y su conclusión: las constelaciones y sus nombres no son arbitrarias ni mera invención, sino que están compartidas por los astrólogos de las culturas antiguas. Hay una enseñanza en los nombres de las estrellas, de las constelaciones y en su disposición en el zodíaco.
El Mazzaroth, usos y abusos
Desde el Mazzaroth de Miss Rolleston varios autores han buscado “leer” ese mensaje de la astronomía antigua en clave bíblica y cristiana, aunque otros autores han usado el Mazzaroth con criterios esotéricos u ocultistas (algo que molestaba mucho a la piadosa dama) y también ha sido utilizado por aquellas escuelas (muy minoritarias, excepto en internet y documentales-hoax anónimos como Zeitgeist) que afirman que Jesucristo nunca existió, que nunca fue un hombre real, y que todo lo que cuentan los Evangelios son inventos o adaptaciones tomadas del zodíaco y sus mensajes astrológicos.
Lo que sabían los Magos de Oriente
Antonio Yagüe, doctor en Geología, resume así las enseñanzas escritas en las estrellas y compartidas por los antiguos que estaban a disposición de los Magos de Oriente:
– hubo una caída del Hombre
– se prometió un Redentor del género humano que nacería de una Virgen
– el Redentor sufriría mucho, pero vencería y reinaría
“Esta Revelación sin duda la conocieron los patriarcas antiguos y pasó con Noé a la época posterior al diluvio. Cuando los hombres volvieron a multiplicarse, en algunos lugares el diablo tergiversó aquel conocimiento en lo que hoy conocemos como horóscopo, de forma que Dios prohibió utilizar las estrellas como modo de adivinación y estableció entonces la vía escrita de la Revelación”, propone Antonio Yagüe en este artículo escrito para ReL con motivo de la fiesta de los Reyes Magos.
“La historia de los Reyes Magos es prueba de que la revelación divina original también pervivió, y como decía el Salmo 19, el mensaje se transmitió de noche en noche sin necesidad de una voz”, postula Yagüe.
¿Cómo leían los signos y los nombres aquellos astrólogos y astrónomos?
Entre Hércules y Perseo
“El conocimiento de la doble naturaleza divina y humana que tenían los Reyes Magos sobre aquel Niño procedía de las figuras de Centauro y Sagitario, que muestran esa doble naturaleza en forma de hombre-caballo. Sabían de su concepción y parto virginal a través del significado de las constelaciones de Virgo y Coma. Conocían su lucha y sufrimientos redentores porque están descritos en las constelaciones de Hércules y Ofiuco o en Víctima (Lupus) y la Cruz del Sur (Crux). Por último, conocían su victoria definitiva por Orión, su resurrección por Perseo y el Águila y su realeza definitiva por Cefeo y Leo. Y estos sólo son unos pocos de los muchos detalles de la historia de la Salvación que Dios escribió en las estrellas”, plantea Yagüe.
Y, ¿cómo datar el momento exacto en que ocurriría la llegada del Salvador, del Mesías esperado?
El “pequeño Rey” del 2 a.C
“A la hora de determinar cuál fue la señal o estrella que guió a los Magos se han realizado cientos de hipótesis, muchas de ellas imposibles astronómicamente. Una vez analizadas de acuerdo con nueve características que señala el Evangelio de San Mateo, nos inclinamos por escoger como señal la conjunción triple de la estrella Regulus (el pequeño rey) y el planeta Júpiter que ocurrió a lo largo del año 2 antes de JC. Cualquier conjunción planeta-estrella produce un incremento de luminosidad importante para el ojo experto, pero poco resaltable para el inexperto. Esto explicaría el ambiente de indiferencia que encontraron los Magos en Judea. La posición de esta conjunción es acorde con las sucesivas orientaciones en que el fenómeno podría servir de guía al camino de los Magos en Oriente y en Jerusalén”, propone Antonio Yagüe.
Además, señala, “el tercer movimiento retrógrado de Júpiter en esta conjunción produce una parada aparente del astro de 6 días, que se sitúa sobre Belén al mirar desde Jerusalén, comenzando el 25 de diciembre. Esta fecha encaja con los últimos datos sobre la muerte de Herodes el año 1 antes de JC y la muerte de JC en abril del año 33 a la edad de 33 años. Asimismo coincide con las fechas que Ana Catalina Emmerick tuvo en 1821 sus visiones sobre el viaje de los Reyes Magos y su llegada al portal”.
Las estrellas y la Guadalupana
Yagüe opina también que igual que una conjunción planeta-estrella podía aportar “más luz”, más datos, a la lectura celestial de los antiguos astrólogos, también en los tiempos modernos las apariciones marianas funcionan como señalizaciones que aportan más luz, y sin abandonar las referencias a los astros. Por ejemplo, señala, “en el manto de la Virgen de Guadalupe aparecen 46 estrellas que el Instituto Astronómico de México identificó con la posición de estrellas reales en el cielo de México en el momento de la aparición de 1531. A su vez, la propia imagen de la Virgen en la milagrosa tilma de Guadalupe sigue la descripción que hace el Apocalipsis de una futura gran señal que apareció en el Cielo. ¿Por qué no leer un mensaje en esas 46 estrellas, como lo harían los Magos pensando en la segunda Venida de Nuestro Señor?”, propone Yagüe.
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