Este acontecimiento se encuentra registrado en la Biblia, documento respaldado por la Iglesia católica, pero también se describe en los llamados Evangelios Apócrifos, los cuales en su mayoría fueron escritos después del siglo II de nuestra era, y que fueron rechazados por la Iglesia por contener material contrario a la fe, esencialmente de carácter Gnóstico.
Como lo señala el escritor mexicano Juan José Rodríguez, en su texto: La Navidad, según los evangelios apócrifos, la palabra “Apócrifo” no se define como falso, sino como algo oculto, ya que en estos Evangelios, al igual que en la Biblia, se narra la vida de Jesús, pero de una forma diferente a la que todos hemos escuchado y visto; pero a pesar de que no son aceptados por la religión, éstos fueron tomados en cuenta para dar origen al cristianismo.
Por decir, los nombres de los ladrones que fueron crucificados junto con Jesús, Dimas y Gestas, fueron retomados de estos escritos ocultos; mientras que en el Evangelio Armenio de la Infancia, es donde se hace mención de los Reyes Magos y los nombres que ahora todos conocemos.
Juan José Rodríguez señala que en el Protoevangelio de Santiago, se puede leer la versión de que José y María se refugiaron en una gruta, tal como puede apreciarse en las pinturas de la antigüedad, y se menciona el brillo de la estrella, y la circunstancia de qué, tres días después, se trasladaron a un establo y pusieron al niño en un pesebre, sitio en donde fue adorado por el asno y el buey.
Una de las partes más relevantes de los Evangelios Apócrifos, es el nacimiento de Jesús de Nazaret, en los cuales se narra que justo en el momento del parto, José salió a buscar la ayuda de una partera y cuando regresó con la señora, en la cueva vio el resplandor de una luz brillante “y al niño recién nacido, mientras María lo envuelve en pañales, ante la incredulidad de la comadrona que se niega a aceptar que ha alumbrado sin ninguna ayuda”.
Como lo describe Juan José Rodríguez, otro elemento mágico es que “la partera toca el vientre de María y al instante la mano se le seca”, pero como las acciones de esta señora habían sido buenas, un Ángel intercede para que la partera recupere la movilidad de su extremidad.
El escritor también hace mención de que en el momento preciso del nacimiento de Jesús, la tierra se une con el cielo por unos cuantos segundos, mientras todas las cosas permanecen inmóviles.
“El viento y los pájaros se paralizan. Los camellos no se mueven frente a una cascada. La gente ha quedado fija. Un pastor luce inmóvil, con su bastón en alto, mientras que un alfarero amasa un jarro nuevo, sin que ambas manos se encuentren la una con la otra.”
Es en este punto donde se encuentra parte del encanto de la Navidad, interpretándolo a que todo se reduce a un instante, ese momento en el que el mundo cambió y “en que el milagro es unánime y comienza una nueva vida que llevará la salvación a todas las almas.”
Juan José Rodríguez, señala que: “El mundo no volvió a ser el mismo después de Navidad, incluso para aquellos que no son ni fueron creyentes.” Es así cómo los Evangelios Apócrifos cuentan su versión de aquellos hechos que, sin duda, son parte fundamental de la historia de la humanidad.
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