domingo, 1 de julio de 2012
Los Espectros Del Mar
Por el año 1.610 un popular capitán holandés se decía había
hecho un pacto con el demonio para tardar en sus travesías la mitad del tiempo
normal. En una de sus viajes intentaba doblar el cabo de Buena Esperanza,
insultaba a su tripulación en la tormenta exigiéndoles más esfuerzos; al ver
que no lo conseguía por más que lo intentaban invocó al diablo para que lo
ayudara. En ese momento un rayo cayó sobre cubierta y de la llamarada surgió un
anciano que le gritó: “¡serás maldito y condenado a navegar eternamente tú y
tus hombres en este mar tempestuoso, sin poder volver jamás a puerto!”.
Años más tarde un capitán afirmó ver mientras doblaba el
cabo con terrible tormenta a un barco negro, con el velamen hecho jirones
ondeando al viento, de aspecto siniestro y tripulado por esqueletos. Otros
muchos navegantes lo vieron navegando en mares turbulentos de todo el mundo, y
así nació la leyenda del Holandés Errante. Un testigo de excepción fue Rey
Emperador de Gran Bretaña Jorge V, cuando aún era príncipe y viajaba como
cadete en el H.M.S. Inconstant en 1881 a través del Pacífico. En su diario con
fecha 11 de Julio escribe: “A las 4 de la mañana cruzó ante nuestra proa “El
Holandés Errante”. Emitía una extraña luz fosforescente, como un buque fantasma
todo fulgurante, en medio de la cual destacaban con fuerte relieve los palos,
vergas y velamen de un bergantín a 200 yardas de distancia que se aproximaba
por la amura de babor, donde también lo vio el oficial de guardia en el puente,
y asimismo el guardiamarina del alcázar, que fue enviado inmediatamente al
castillo de proa, pero cuando llegó allí ya no habla vestigio ni signo alguno
de haberse avistado ningún buque material, ni cerca ni a lo lejos en el
horizonte, siendo la noche clara y estando la mar en calma.”
Las leyendas referentes al mar siempre han estado presentes
en las mitologías junto con los ritos que permitían a los marinos tener más o
menos suerte en sus viajes. Embarcarse siempre fue una aventura, viajar por un
medio hostil y desconocido bajo el que se podía esconder cualquier cosa. Pero
en contra de lo que se podría pensar la llegada de la ciencia no ha hecho más
que avalar los misterios del mar.
En 1.975, durante una expedición de estudio y filmación a
bordo del yate New Freedom, en mar abierto y a unas setenta y cinco millas al
nordeste de las Bimini, la tripulación se hallaba absorta contemplando una
tormenta eléctrica de gran intensidad acompañada de lluvia. El Dr. Jim Thorne,
director de la expedición, que estaba tomando fotografías en color con una
Pentax de 35 mm sacó una instantánea justo en el momento en que un rayo parecía
partir en dos el horizonte. Al revelar la foto descubrió que la cámara había
captado lo que parecía ser la vela de un gran velero antiguo de aparejo en
cruz, a unos veinticinco o treinta metros de su barco. los expertos que
analizaron la foto no encontraron trucaje alguno ni errores en el material.
Las supersticiones de los hombres del mar no son cosa de
broma, y no son antiguos los hechos probados que dan fe de sucesos extraños.
En 1.858, el Great Eastern era el barco de pasajeros a vapor
más grande del mundo, aunque desde su construcción los trabajadores le tuvieron
como un barco que traía mala suerte; de hecho, varios de ellos perecieron
durante su construcción, además un remachador desapareció misteriosamente. El
día de su botadura no fue mejor: quedó atascado y pasaron varios meses hasta
que pudo flotar libremente.
Durante la travesía las cosas no mejoraron. A las pocas
horas de salir de puerto una de las chimeneas explotó matando a seis
tripulantes. Durante todo el crucero los pasajeros y la tripulación se vieron
molestados por unos golpes secos de martillo que parecía provenir del fondo del
casco, y aunque buscaron por todas partes no encontraron la fuente de tan
molesto ruido. Durante una tormenta las gigantescas ruedas de paleta que
impulsaban al barco salieron disparadas desde los lados, la tripulación no pudo
más y aterrorizados se negaban a obecer las órdenes del capitán.
El barco consiguió llegar a puerto pero nunca volvió a
funcionar como vapor de línea. En 1885 se empezó a desguazar, en el casco
hallaron los restos del remachador desaparecido. Para muchos fue su espectro el
que golpeaba el casco tal como debió de hacerlo el trabajador durante sus
últimos días de vida emparedado entre las planchas metálicas del casco.
Un caso menos morboso es el de W.H. Prosser en el Triángulo
de las Bermudas. Mientras dirigía su barco una noche de aguas tranquilas hacia
Florida. Tras comprobar que no había ninguna embarcación en el radar una fuente
de luz a estribor le hizo girarse para descubrir asombrado que estaba a punto
de chocar con un enorme barco de lujo, iluminado en todo su esplendor como si
fuera un gran hotel de cuatro estrellas. Se afanó en evitar la colisión y
situarse en posición paralela a la enorme embarcación, pero cuando volvió la
vista se encontró con que había desaparecido de allí para aparecer en la amura
de babor y girado 45 grados, y en cosa de segundos desapareció. El asombrado
capitán lo llamó el barco del Holandés errante Hilton, por supuesto no apareció
en el radar en ningún momento.
En 1.944 la tripulación del buque petrolero SS Watertown sufrió
un incendió y como resultado del mismo murieron dos marineros por asfixia. Con
gran pena por parte de sus compañeros sus cuerpos fueron arrojados al mar
frente a las costas de Méjico. Al día siguiente el primer oficial creyó ver las
caras de los dos marineros flotando cerca del casco, pero no se resignó a creer
lo que veían sus ojos. Sin embargo, durante el resto de la travesía las caras
aparecieron a diario dando oportunidad a toda la tripulación de ver el
fenómeno. Al llegar a puerto el capitán Watertown compró una cámara de fotos y
en el viaje de vuelta sacó una foto a las caras, que cada vez se fueron
haciendo más tenues hasta desaparecer.
No sólo los barcos pueden “sufrir” de fantasmas. El
submarino alemán UB-65 fue construido en el año 1916, durante la Primera Guerra
Mundial. A lo largo de su construcción, una serie de accidentes costaron la
vida a cinco personas e hirieron a varias más. Aunque la tripulación no era
partícipe de subir a una nave con tan malos augurios la necesidad les hizo dejar
a un lado sus supersticiones. Durante los preparativos para la primera
inmersión un marinero se lanzó al agua sin previo aviso, el capitán continuó y
se llevó a cabo la inmersión. Los problemas surgieron al intentar salir a
superficie, además el agua empezaba a filtrarse por el casco, hasta que alcanzó
las baterías provocando humos mortales. En un intento desesperado el capitán
logró salir a la superficie con la tripulación casi muerta por asfixia.
De nuevo en puerto, mientras se aprovisionaba de combustible
un torpedo explotó de manera inexplicable matando a seis hombres, entre ellos
al lugarteniente. Al poco un oficial y un marinero declararon aterrados haber
visto el fantasma del lugarteniente. Varias semanas más tarde, mientras
patrullaban frente a las costas inglesas el fantasma apareció de pie en proa,
ocurriendo lo mismo al llegar a puerto. Minutos más tarde de su llegada un
ataque aéreo acabó con la vida del capitán. Tras estos hechos se requirieron
los servicios de un capellán para que exorcizara el buque.
Todo fue bien desde entonces en el UB-65, al menos durante
unos meses, hasta que el jefe de artillería enloqueció y se suicidó, al día
siguiente un marinero saltó al agua y murió. En la siguiente batalla, como no
podía ser de otra manera, fue alcanzado. Las luces del interior relampagueaban
y un misterioso resplandor verde cubría el casco. Una vez más el UB-65, a pesar
de estar averiado, consiguió llegar a puerto.
Al final de la guerra, un barco americano, guiado por una
extraña señal, llegó hasta el UB-65. Su tripulación al verlo abandonado lo
remolcó. Súbitamente una explosión se produjo en el submarino y antes de que se
hundiese, la figura fantasmal del oficial apareció por última vez.
Para no dejar mal sabor de boca terminaré con una extraña
historia. En diciembre de 1660 se hundió una nave británica en las aguas
francesas del Paso de Caláis, el único que salió con vida fue una persona
llamada Hugo Williams. Después de ciento veintiún años, otro barco inglés
naufragó en las mismas aguas y sólo se salvó un marinero de nombre Hugo
Williams. El 5 de agosto de 1820 toda una familia que navegaba el río Támesis,
falleció a causa del hundimiento del bote, el único sobreviviente fue un
pequeño de cinco años Hugo Williams…
Durante la Segunda Guerra Mundial, en julio de 1940, una
mina colocada por alemanes destruyó un pesquero inglés en el Mar del Norte.
Hubo sólo dos sobrevivientes, pero llevaban el mismo nombre, ya que uno era
sobrino del otro: Hugo Williams…
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