lunes, 16 de julio de 2012
El Enigma de Gisors La Leyenda de los Templarios
El Enigma de Gisors es una leyenda referida a la Orden de
los Templarios. Todo comenzó en la ciudad de Gisors, cerca de París, cuando se
efectuaron unas excavaciones clandestinas, y en concreto, en el año 1946 un
jardinero de nombre Roge Lhomoy aseguró haber descubierto un deposito de cofres
y sarcófagos bajo un torreón del Castillo donde trabajaba: El Castillo de
Gisors.
Enseguida surgió el rumor de que podía tratarse de un tesoro
de los Templarios que habían estado muy presentes en la región. El jardinero
Lhomoy habia escuchado a menudo decir que en el subsuelo del castillo había un
un gran tesoro. El castillo era un ejemplo de arquitectura feudal, solido de
grandes muros. El jardinero en sus indagaciones por el castillo había
encontrado un pozo sellado en la entrada de uno de los torreones. A escondidas
el jardinero excavaba ayudado de lo que encontraba. Logró abrir una galería de
unos veinte metros de profundidad.
Mientras excavaba tropezó con una pared amurallada. Tras
apartar algunas piedras se dio cuenta estaba ante una sala de grandes
dimensiones. No llevaba iluminación adecuada pero puedo percibir se hallaba en
una especie de cripta de unos 300 metros cuadrados y unos cuatro y medio de
altura. Era como una especie de capilla con un altar y un tabernáculo ,
estatuas de Cristo y los apóstoles.
Pero lo que llamó sobremanera su atención fueron unos
sarcófagos pétreos de unos dos metros de largo y en número de diecinueve, que
se alineaban a lo largo de los muros de la cripta. Asimismo, treinta enormes
cofres de metal coronaban el descubrimiento del jardinero.
Avisadas las autoridades y extendida la noticia, una
multitud se dio cita en el lugar de los hallazgos, pero las decepciones no
tardaron en llegar. Nadie se atrevía a bajar por aquella intrincada madriguera
excavada por Lhomoy, que constantemente amenazaba con desmoronarse, hasta que
el comandante de los bomberos de la localidad, Émile Beyne, se ofreció
voluntario.
Pero tras avanzar inicialmente por la intrincada galería,
Beyne desistió a falta de cuatro metros para el final. Expuso que era demasiado
arriesgado y que la falta de aire le impedía proseguir, tras negar haber podido
llegar a la capilla descrita por Robert Lhomoy.
Éste, respaldado por la opinión pública, pidió continuar las
excavaciones y ensanchar la galería, pero inexplicablemente el permiso le fue
denegado por el Ayuntamiento. De igual manera, y para sorpresa de todos, se
tomó la medida de ordenar que las galerías fueran recubiertas de hormigón y
nuevamente selladas.
Apesar de este golpe, Lomhoy continuó en sus trece. Solicitó
con éxito una autorización del Ministerio de Cultura francés para proseguir las
excavaciones, pero la respuesta del Ayuntamiento fue tajante: lo tacharon de
loco y amenazaron con hacerlo encerrar si no desistía de su empeño en excavar.
El Enigma de Gisors es una de las leyendas del Temple,
aparte de su relación con el priorato de Sión y la tala del olmo, Gisors,
ciudad del departamento de Eure situada a 70 kms de París tiene su propia
leyenda en lo referente a tesoros y misterios ocultos.
Excavaciones clandestinas. En 1946, un jardinero llamado
Roger Lhomoy aseguró haber descubierto un depósito de cofres y sarcófagos bajo
un torreón del castillo donde trabajaba, tras haber realizado unas excavaciones
en las cercanías. Nacido en la región, Lhomoy había escuchado decir a menudo
que el subsuelo del castillo encerraba un tesoro fabuloso. Algunos no vacilaban
en pretender que este tesoro era el de los Templarios, muy presentes en la
región.
Robert Lhomoy en las galerías.
El castillo, ejemplo magnífico de arquitectura feudal, había
efectivamente pertenecido unos breves años a la Orden del Temple durante el
siglo XII, lo que les facultaría para conocer los subterráneos existentes
debajo del mismo. Al parecer, el jardinero había localizado dos años antes un
pozo sellado en la entrada de uno de los torreones. De forma clandestina, por
la noche, excavaba ayudado por el material rudimentario al que tenía acceso
hasta que logró abrir una galería de unos veinte metros de profundidad. Aseguró
que una noche tropezó con un muro, y que, tras apartar algunas piedras, se dio
cuenta de que se hallaba delante de la pared de una sala de grandes
dimensiones. Intentó alumbrar la sala pero su precario equipo no le permitía
ver demasiado, así que se introdujo por la ranura. Había hallado una cripta de
unos trescientos metros cuadrados y cuatro y medio de altura. Parecía
corresponderse con una antigua capilla donde podía verse el altar con su
tabernáculo y, apoyadas en las paredes, estatuas de Cristo y los apóstoles.
Pero lo que llamó sobremanera su atención fueron unos sarcófagos pétreos de
unos dos metros de largo y en número de diecinueve, que se alineaban a lo largo
de los muros de la cripta.
Asimismo, treinta enormes cofres de metal coronaban el
descubrimiento del jardinero.
Avisadas las autoridades y extendida la noticia, una
multitud se dio cita en el lugar de los hallazgos, pero las decepciones no
tardaron en llegar. Nadie se atrevía a bajar por aquella intrincada madriguera
excavada por Lhomoy, que constantemente amenazaba con desmoronarse, hasta que
el comandante de los bomberos de la localidad, Émile Beyne, se ofreció
voluntario.
El triangulo del misterio, el castillo de Gisors, Stenay y
Rennes-Le-Château
ero tras avanzar inicialmente por la intrincada galería,
Beyne desistió a falta de cuatro metros para el final. Expuso que era demasiado
arriesgado y que la falta de aire le impedía proseguir, tras negar haber podido
llegar a la capilla descrita por Robert Lhomoy. Éste, respaldado por la opinión
pública, pidió continuar las excavaciones y ensanchar la galería, pero
inexplicablemente el permiso le fue denegado por el Ayuntamiento. De igual
manera, y para sorpresa de todos, se tomó la medida de ordenar que las galerías
fueran recubiertas de hormigón y nuevamente selladas. Apesar de este golpe,
Lomhoy continuó en sus trece. Solicitó con éxito una autorización del
Ministerio de Cultura francés para proseguir las excavaciones, pero la
respuesta del Ayuntamiento fue tajante: lo tacharon de loco y amenazaron con
hacerlo encerrar si no desistía de su empeño en excavar. El hecho era
enormemente extraño al carecer, a priori, de un motivo justificado. Pero el
jardinero no era un hombre fácil de convencer, y tras dejar pasar seis años,
con una nueva autorización del Ministerio de Cultura se puso nuevamente manos a
la obra. Esta vez el Ayuntamiento tuvo que claudicar.
Ya no se trataba únicamente de Lhomoy, sino que este se
había traído a dos socios con él. Lo único que pudo hacer el Consejo municipal
fue poner objeciones a los trabajos, estratagema que dio resultado. Se les
impuso el pago de una cuantiosa garantía además de asegurarse la propiedad de
buena parte de los posibles hallazgos.
El acuerdo era inviable, y Lhomoy y sus socios se vieron
abocados a abandonar el proyecto. Después de ese fracaso, el asunto quedó en el
olvido durante cerca de dos décadas. No se produjeron novedades hasta que en
1962, el Ministro de Cultura francés, André Malraux, ordenó proseguir con la
investigación. Tras reabrir las galerías, se procedió a llamar a Roger Lhomoy
para que comprobase personalmente los trabajos. Éste, llegó a bajar al fondo
del pasadizo, pero decepcionado comunicó que aún faltaba el último metro y
medio por despejar. Inexplicablemente, estando tan cerca de la supuesta cripta,
la reanudación de las obras se postergó otros dos años. Finalmente, en febrero
de 1964, cuando se iba a excavar el último tramo, el lugar fue declarado zona
militar y la investigación fue parada definitivamente.
Una capilla oculta. Apesar del escepticismo con la que fue acogida
la historia de Roger Lhomoy por los arqueólogos e historiadores de la región,
las leyendas locales e incluso los registros históricos que hacen referencia a
Gisors, dan fe de la existencia de al menos una cripta en el subsuelo de la
ciudad. Actualmente han sido desescombrados varios subterráneos que surcan las
calles y que parecen unir el castillo de la localidad con la iglesia consagrada
a los santos patronos de la villa. La capilla supuestamente hallada por el
jardinero es descrita de forma muy semejante en varios textos medievales
conservados en los Archivos Nacionales y en textos del siglo XVII. Se la
denomina Capilla de Santa Catalina, y la única incógnita que encierran estas
informaciones es si se encuentra bajo en castillo, tal y como relató Lhomoy, o
bajo la iglesia anteriormente mencionada, como apuntan otros textos. Según se
desprende de las narraciones, en esta cripta finalizaban los túneles
subterráneos que atravesaban la ciudad comunicando castillo e iglesia.
A la vista de que estos existen, constatada su presencia, no
hay motivos para desconfiar de que la Capilla de Santa Catalina sea únicamente
invención de la mente fantasiosa de un jardinero aficionado a las excavaciones
clandestinas. Incluso el continuo sabotaje de su trabajo por parte de las
Autoridades parecen señalar que efectivamente algo esconden los sótanos de
Gisors. Algo que no se desea que salga a la luz
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