lunes, 16 de julio de 2012
El Misterio del Valle del Indo
Todo el mundo admira la civilización egipcia, sus pirámides,
sus tumbas y faraones. Pero ¿Quién conoce la próspera cultura que floreció en
el valle del Indo?
Alrededor del año 2350 a.C. apareció en el valle del Indo
una cultura urbana mucho más desarrollada que la mayoría de sus contemporáneas.
Construyeron y habitaron grandes ciudades, acuñaron moneda,
tenían una escritura propia, comercio, alcantarillas, sistemas de riego
canalizados… avances que en otras partes del mundo eran completamente
desconocidos porque todavía se vivía casi en la edad de piedra.
Entre todas las ciudades que construyeron destacan dos por
su tamaño y sus restos arqueológicos: Harappa y Mohenjo Daro.
Estas dos importantes capitales están separadas por unos 600
kilómetros pero son muy parecidas, tienen planta ortogonal, un urbanismo
claramente planificado, murallas, canales…su arquitectura y decoración son
similares.
La cultura del valle del Indo es una cultura original, sin
“parentesco” con otras civilizaciones vecinas. Hacia el año 2350 a.C, mantenía
contacto con Mesopotamia (se han encontrado allí sellos de Harappa de la época
del rey Sargón)
Mohenjo Daro se encuentra, o mejor dicho sus ruinas, en el
territorio del actual Pakistán. Su nombre significa “Montículo de la muerte”.
A pesar de que los primeros arqueólogos consideraron las
ruinas de Mohenjo Daro como “monótonas y aburridas” (Stuart Piggot), sin
grandes monumentos y demasiado “cuadriculadas” la realidad es queel urbanismo
de Mohenjo-Daro impresiona, parece que fue construida siguiendo un plano
pretrazado en un perfecto modelo de cuadrícula comparable al de algunas
ciudades modernas como Nueva York. Las casas, de adobe y ladrillo, no tenían
ventanas y la mayoría contaban con un patio. La ciudad tenía detalles
“modernos” como el de un alcantarillado muy avanzado que sigue sorprendiendo en
la actualidad.
Se ha estimado que pudo haber tenido hasta 40.000 habitantes
en su periodo de mayor ocupación. Abarcaba más de un kilómetro cuadrado, tenía
murallas defensivas y estaba dividida en dos zonas, una
administrativo/religiosa y otra, la ciudad baja, residencial, con barrios
artesanos, mercados, graneros y almacenes.
Hyakki Yako, Leyenda Sobre El Origen de un Cuadro
Hacía tiempo que Tosa Mitsunobu deseaba retratar el Hyakki
Yakō, la fantasmal procesión de los cien espíritus, cuando oyó hablar de un
monje peregrino que se había encontrado con esta espectral comitiva mientras
pernoctaba en las ruinas del viejo templo llamado Shozenji, antiguamente
situado en las afuera de Fushimi, cerca de Kioto.
De este templo se decía que estaba deshabitado desde el
trágico día en el que una banda de ladrones mató a todos sus habitantes. Aunque
otros monjes intentaron sustituirlos, desistieron al poco tiempo, debido a los
fantasmas que, según decían, lo habitaban. Pero esto había sucedido muchos años
atrás.
El peregrino, que procedía de una ciudad lejana, no estaba
al tanto de la siniestra leyenda del lugar. Como ya se había hecho de noche y
una tormenta amenazaba con desatar su furia sobre él, decidió refugiarse en el
templo abandonado. Buscó una habitación pequeña y en buen estado, en la cual,
tras cenar un cuenco de arroz, se echó a dormir.
A las dos de la noche, lo despertó una gran algarabía de
ruidos. Al acercarse al edificio principal, descubrió que en su interior se habían
reunido decenas de espectros y duendes, de las formas más diversas, que reían,
jugaban y danzaban. Se trataba del Hyakki Yakō, y el peregrino, aunque
asustado, no pudo evitar quedarse un rato observándolos, hasta que aparecieron
otros espíritus de aspecto más grotesco y horrible, momento en el cual echó a
correr de vuelta a su habitación, en donde se encerró hasta que los sonidos
extraños cesaron y se hizo de día.
Esta era más o menos la historia que el peregrino, aún
temblando, le relató aquella misma mañana a un comerciante de Fuchimi, y que
este a su vez le contó al afamado pintor Tosa Mitsunobu unas semanas después,
mientras este se hallaba de paso en la ciudad.
Esperando encontrar inspiración para su ansiado cuadro,
Mitsunobu cogió sus cuadernos y sus pinturas y se dirigió hacia el templo
Shozenji, dispuesto a pasar la noche en él.
Cuando llegó, el sol acababa de ponerse. Entró en la sala
principal y montó guardia durante horas, sin percibir ningún ruido o visión que
se saliera de lo normal, hasta que a eso de la medianoche su atención se vio
atraída por una extraña luminiscencia que parecía provenir de las paredes.
Comprobó con sorpresa que allí aparecían dibujados duendes y espectros; era el
Hyakki Yakō, reflexionó el pintor, que se manifestaba para él brillando
tenebrosamente en las paredes.
A la luz de la luna, Mitsunobu se apresuró a copiar en su
cuaderno las más de doscientas figuras, cada una diferente y más grotesca que
la anterior. En ello empleó toda la noche, terminando justo cuando la primera
luz de la mañana irrumpió en la sala y los espectrales dibujos desaparecieron.
Antes de partir, examinó por última vez las paredes. Estaban
recubiertas de grietas y musgos de diferentes colores, que daban lugar a formas
caprichosas, las cuales de pronto le resultaron muy familiares. Tosa Mitsunobu
emitió una sonora carcajada al comprender que aquellos eran los fantasmas que
había visto durante la noche. Apenas grietas y desconchones en la pared
convertidos en terribles espectros gracias al azar y a su excitada imaginación,
sugestionada por la historia del peregrino, quien probablemente fuese víctima
de una ilusión similar a la que él acababa de sufrir.
Pero, después de todo, ¿qué importancia tenía eso?… ¿Acaso
no había logrado al fin pintar el Hyakki Yakō?.
Este es el origen, según la leyenda, de la pintura “La
procesión de los 100 fantasmas”, realizada por Tosa Mitsunobu a principios del
siglo XV, la cual sirvió como modelo a muchos ilustradores posteriores.
El Enigma de Gisors La Leyenda de los Templarios
El Enigma de Gisors es una leyenda referida a la Orden de
los Templarios. Todo comenzó en la ciudad de Gisors, cerca de París, cuando se
efectuaron unas excavaciones clandestinas, y en concreto, en el año 1946 un
jardinero de nombre Roge Lhomoy aseguró haber descubierto un deposito de cofres
y sarcófagos bajo un torreón del Castillo donde trabajaba: El Castillo de
Gisors.
Enseguida surgió el rumor de que podía tratarse de un tesoro
de los Templarios que habían estado muy presentes en la región. El jardinero
Lhomoy habia escuchado a menudo decir que en el subsuelo del castillo había un
un gran tesoro. El castillo era un ejemplo de arquitectura feudal, solido de
grandes muros. El jardinero en sus indagaciones por el castillo había
encontrado un pozo sellado en la entrada de uno de los torreones. A escondidas
el jardinero excavaba ayudado de lo que encontraba. Logró abrir una galería de
unos veinte metros de profundidad.
Mientras excavaba tropezó con una pared amurallada. Tras
apartar algunas piedras se dio cuenta estaba ante una sala de grandes
dimensiones. No llevaba iluminación adecuada pero puedo percibir se hallaba en
una especie de cripta de unos 300 metros cuadrados y unos cuatro y medio de
altura. Era como una especie de capilla con un altar y un tabernáculo ,
estatuas de Cristo y los apóstoles.
Pero lo que llamó sobremanera su atención fueron unos
sarcófagos pétreos de unos dos metros de largo y en número de diecinueve, que
se alineaban a lo largo de los muros de la cripta. Asimismo, treinta enormes
cofres de metal coronaban el descubrimiento del jardinero.
Avisadas las autoridades y extendida la noticia, una
multitud se dio cita en el lugar de los hallazgos, pero las decepciones no
tardaron en llegar. Nadie se atrevía a bajar por aquella intrincada madriguera
excavada por Lhomoy, que constantemente amenazaba con desmoronarse, hasta que
el comandante de los bomberos de la localidad, Émile Beyne, se ofreció
voluntario.
Pero tras avanzar inicialmente por la intrincada galería,
Beyne desistió a falta de cuatro metros para el final. Expuso que era demasiado
arriesgado y que la falta de aire le impedía proseguir, tras negar haber podido
llegar a la capilla descrita por Robert Lhomoy.
Éste, respaldado por la opinión pública, pidió continuar las
excavaciones y ensanchar la galería, pero inexplicablemente el permiso le fue
denegado por el Ayuntamiento. De igual manera, y para sorpresa de todos, se
tomó la medida de ordenar que las galerías fueran recubiertas de hormigón y
nuevamente selladas.
Apesar de este golpe, Lomhoy continuó en sus trece. Solicitó
con éxito una autorización del Ministerio de Cultura francés para proseguir las
excavaciones, pero la respuesta del Ayuntamiento fue tajante: lo tacharon de
loco y amenazaron con hacerlo encerrar si no desistía de su empeño en excavar.
El Enigma de Gisors es una de las leyendas del Temple,
aparte de su relación con el priorato de Sión y la tala del olmo, Gisors,
ciudad del departamento de Eure situada a 70 kms de París tiene su propia
leyenda en lo referente a tesoros y misterios ocultos.
Excavaciones clandestinas. En 1946, un jardinero llamado
Roger Lhomoy aseguró haber descubierto un depósito de cofres y sarcófagos bajo
un torreón del castillo donde trabajaba, tras haber realizado unas excavaciones
en las cercanías. Nacido en la región, Lhomoy había escuchado decir a menudo
que el subsuelo del castillo encerraba un tesoro fabuloso. Algunos no vacilaban
en pretender que este tesoro era el de los Templarios, muy presentes en la
región.
Robert Lhomoy en las galerías.
El castillo, ejemplo magnífico de arquitectura feudal, había
efectivamente pertenecido unos breves años a la Orden del Temple durante el
siglo XII, lo que les facultaría para conocer los subterráneos existentes
debajo del mismo. Al parecer, el jardinero había localizado dos años antes un
pozo sellado en la entrada de uno de los torreones. De forma clandestina, por
la noche, excavaba ayudado por el material rudimentario al que tenía acceso
hasta que logró abrir una galería de unos veinte metros de profundidad. Aseguró
que una noche tropezó con un muro, y que, tras apartar algunas piedras, se dio
cuenta de que se hallaba delante de la pared de una sala de grandes
dimensiones. Intentó alumbrar la sala pero su precario equipo no le permitía
ver demasiado, así que se introdujo por la ranura. Había hallado una cripta de
unos trescientos metros cuadrados y cuatro y medio de altura. Parecía
corresponderse con una antigua capilla donde podía verse el altar con su
tabernáculo y, apoyadas en las paredes, estatuas de Cristo y los apóstoles.
Pero lo que llamó sobremanera su atención fueron unos sarcófagos pétreos de
unos dos metros de largo y en número de diecinueve, que se alineaban a lo largo
de los muros de la cripta.
Asimismo, treinta enormes cofres de metal coronaban el
descubrimiento del jardinero.
Avisadas las autoridades y extendida la noticia, una
multitud se dio cita en el lugar de los hallazgos, pero las decepciones no
tardaron en llegar. Nadie se atrevía a bajar por aquella intrincada madriguera
excavada por Lhomoy, que constantemente amenazaba con desmoronarse, hasta que
el comandante de los bomberos de la localidad, Émile Beyne, se ofreció
voluntario.
El triangulo del misterio, el castillo de Gisors, Stenay y
Rennes-Le-Château
ero tras avanzar inicialmente por la intrincada galería,
Beyne desistió a falta de cuatro metros para el final. Expuso que era demasiado
arriesgado y que la falta de aire le impedía proseguir, tras negar haber podido
llegar a la capilla descrita por Robert Lhomoy. Éste, respaldado por la opinión
pública, pidió continuar las excavaciones y ensanchar la galería, pero
inexplicablemente el permiso le fue denegado por el Ayuntamiento. De igual
manera, y para sorpresa de todos, se tomó la medida de ordenar que las galerías
fueran recubiertas de hormigón y nuevamente selladas. Apesar de este golpe,
Lomhoy continuó en sus trece. Solicitó con éxito una autorización del
Ministerio de Cultura francés para proseguir las excavaciones, pero la
respuesta del Ayuntamiento fue tajante: lo tacharon de loco y amenazaron con
hacerlo encerrar si no desistía de su empeño en excavar. El hecho era
enormemente extraño al carecer, a priori, de un motivo justificado. Pero el
jardinero no era un hombre fácil de convencer, y tras dejar pasar seis años,
con una nueva autorización del Ministerio de Cultura se puso nuevamente manos a
la obra. Esta vez el Ayuntamiento tuvo que claudicar.
Ya no se trataba únicamente de Lhomoy, sino que este se
había traído a dos socios con él. Lo único que pudo hacer el Consejo municipal
fue poner objeciones a los trabajos, estratagema que dio resultado. Se les
impuso el pago de una cuantiosa garantía además de asegurarse la propiedad de
buena parte de los posibles hallazgos.
El acuerdo era inviable, y Lhomoy y sus socios se vieron
abocados a abandonar el proyecto. Después de ese fracaso, el asunto quedó en el
olvido durante cerca de dos décadas. No se produjeron novedades hasta que en
1962, el Ministro de Cultura francés, André Malraux, ordenó proseguir con la
investigación. Tras reabrir las galerías, se procedió a llamar a Roger Lhomoy
para que comprobase personalmente los trabajos. Éste, llegó a bajar al fondo
del pasadizo, pero decepcionado comunicó que aún faltaba el último metro y
medio por despejar. Inexplicablemente, estando tan cerca de la supuesta cripta,
la reanudación de las obras se postergó otros dos años. Finalmente, en febrero
de 1964, cuando se iba a excavar el último tramo, el lugar fue declarado zona
militar y la investigación fue parada definitivamente.
Una capilla oculta. Apesar del escepticismo con la que fue acogida
la historia de Roger Lhomoy por los arqueólogos e historiadores de la región,
las leyendas locales e incluso los registros históricos que hacen referencia a
Gisors, dan fe de la existencia de al menos una cripta en el subsuelo de la
ciudad. Actualmente han sido desescombrados varios subterráneos que surcan las
calles y que parecen unir el castillo de la localidad con la iglesia consagrada
a los santos patronos de la villa. La capilla supuestamente hallada por el
jardinero es descrita de forma muy semejante en varios textos medievales
conservados en los Archivos Nacionales y en textos del siglo XVII. Se la
denomina Capilla de Santa Catalina, y la única incógnita que encierran estas
informaciones es si se encuentra bajo en castillo, tal y como relató Lhomoy, o
bajo la iglesia anteriormente mencionada, como apuntan otros textos. Según se
desprende de las narraciones, en esta cripta finalizaban los túneles
subterráneos que atravesaban la ciudad comunicando castillo e iglesia.
A la vista de que estos existen, constatada su presencia, no
hay motivos para desconfiar de que la Capilla de Santa Catalina sea únicamente
invención de la mente fantasiosa de un jardinero aficionado a las excavaciones
clandestinas. Incluso el continuo sabotaje de su trabajo por parte de las
Autoridades parecen señalar que efectivamente algo esconden los sótanos de
Gisors. Algo que no se desea que salga a la luz
jueves, 12 de julio de 2012
Pesadilla Convertida En Realidad
La noche del viernes 26 de mayo de 1979, el mundo se
conmovió ante la noticia de que un DC-1O de la American Airlines se había
estrellado al despegar del aeropuerto internacional O'Hare, de Chicago. Hubo
273 muertos en el peor desastre de la aviación en Estados Unidos.
Diez noches consecutivas, antes del desastre, un joven de 23
años de Cincinnati (Ohio), había tenido la misma horrible pesadilla; oía y
veía, cómo un gran avión de la American Airlines viraba bruscamente, y se
estrellaba, sentiendo él el calor de las llamas. "Nunca dudé de que algo
iba a ocurrir ", estaba seguro de que era una premonición.
El martes 22 de mayo de 1979 telefoneó a la Federal Aviation
Authority en el aeropuerto del Gran Cincinnati. Después llamó a la American
Airlines y a un psiquiatra de la Universidad de Cincinnati. La Federal Aviation
Authority que tomó la llamada de David Booth trato de comparar los detalles de
la pesadilla. "Fue increíble -dijo Jack Barker, funcionario de relaciones
públicas de la FAA-. Él nombró a la compañía aérea y al avión... y el hecho de
que el avión cayó invertido. Booth había mencionado un "trimotor",
parecido a un DC-10, y su descripción del lugar del accidente se asemejaba al
aeropuerto de Chicago.
David Booth dejó de tener pesadillas en cuanto ocurrió el
desastre, Pero ¿cómo se puede entender una cosa así? -preguntó-. Es totalmente
incomprensible. "
Presagio De Guerra
Durante la noche del 27 de junio de 1914, monseñor Joseph de
Lany, obispo de los Balcanes, tuvo un sueño terrible. Sobre la mesa de su
estudio había una carta de ribete negro y el escudo de armas del archiduque
Francisco Fernando (heredero del trono austrohúngaro). Cuando abrió la carta,
el obispo vio al archiduque sentado en un automóvil junto a su esposa. De
repente dos hombres se encaminaron hacia ellos y dispararon sobre la pareja
real.
El resto de la carta decía: "Su eminencia querido
doctor Lany: mi esposa y yo hemos sido víctimas de un crimen político en
Sarajevo. Nos encomendamos a sus oraciones. Sarajevo, 28 de junio de 1914 a las
cuatro de la tarde".
Al día siguiente el obispo recibió la noticia del asesinato.
Al cabo de unas semanas, toda Europa estaba en guerra.
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