domingo, 11 de diciembre de 2016
Pánico En El Probador, Leyenda Urbana
Durante los años 70 existió en Barcelona una tienda llamada
La Sirena. Oficialmente se dedicaba la venta de fajas y sujetadores, pero, a
decir popular, detrás de su amplio surtido de lencería femenina y de la amable
sonrisa de sus dependientas se escondía un sórdido negocio de trata de blancas.
Un negocio de exportación que se abastecía raptando a las clientas más hermosas
de la tienda.
Todo sucedía en los probadores. Mientras la muchacha se
cambiaba de ropa, desde una habitación contigua era accionado un botón que
hacía girar sobre su eje al espejo, dejando libre la entrada a una sala secreta
en la cual era retenida. Aunque este extremo no está claro, ya que algunos
afirmaban que las victimas eran transportadas al sótano a través de un
montacargas oculto. De cualquier manera, no volvían a salir a la calle por la
puerta principal.
A veces la chica iba acompañada por su novio, quien quedaba
obligado por las normas decorosas de la época a aguardar fuera de la tienda. El
muchacho esperaba entonces, tal vez durante horas, a que su novia saliese, y
cuando finalmente entraba en el local las dependientas le decían que ella ya se
había marchado hacía tiempo. Resulta fácil imaginar la sensación de confusión e
irrealidad que el joven sentiría en ese momento.
Por su parte, las muchachas eran transportadas al puerto,
suponemos que camufladas dentro de algún tipo de embalaje, y descargadas en el
estómago de algún mugriento carguero que en poco tiempo zarpaba rumbo a Oriente
Medio. El destino final de las jóvenes, según se comentaba, consistía en
engrosar las filas del harem de algún jeque.
En la Barcelona de los años 70, hombres y mujeres de bien
transmitieron esta historia como verídica, contándola con creciente indignación
(y puede que con cierta delectación morbosa) hasta que toda Cataluña fue un
clamor en contra de las corseteras de La Sirena. Llegó el momento en que la
policía intervino, y no halló absolutamente ninguna prueba que la respaldara.
Antonio Ortí, que recoge esta historia en Leyendas urbanas
en España, encuentra su origen en una rivalidad comercial. Simplemente, un
competidor de la tienda envió a la prensa una nota malintencionada en la cual
lanzaba el rumor sobre los secuestros. Su transmisión se avivó por el recelo
que despertaban en aquella época las corseteras, mujeres independientes y, por
tanto, blanco fácil para el descrédito. Poco antes habían sido las corseteras
de Orleáns las acusadas de similares delitos, después la leyenda se extendería,
poniendo bajo sospecha a probadores de medio mundo.
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