lunes, 5 de diciembre de 2016
El Misterio de los Caballeros Templarios: Monjes Guerreros y Guardianes de Tesoros Ocultos
Los Caballeros Templarios constituían una sociedad secreta
cuyo verdadero propósito sigue siendo un misterio a día de hoy, y continúa
siendo motivo de intensos debates entre estudiosos e historiadores. Los
Templarios dejaron atrás numerosas pruebas de sus acciones, que se han transmitido
de generación en generación, ocultas en antiguos manuscritos y descubiertas por
arqueólogos y expertos. Su historia resulta fascinante y despierta la
curiosidad: ¿fueron enviados a Tierra Santa, más concretamente a Jerusalén,
para proteger a los peregrinos cristianos, o en misión secreta con la intención
de desenterrar valiosos hallazgos ancestrales y tesoros ocultos bajo los
templos y lugares sagrados?
Los caballeros Templarios eran miembros de una orden militar
cristiana fundada en torno a los años 1118-1119 en Jerusalén por el caballero
francés Hugo de Payens. Durante casi dos siglos, esta organización fue la orden
más poderosa de todo el mundo medieval. Formaron el primer ejército permanente
de Europa desde la caída del Imperio Romano, y según las crónicas, en su
momento de máximo poder y expansión, alrededor del año 1300, sus miembros eran
decenas de miles. En un principio, eran un total de nueve caballeros fundadores
quienes componían esta organización. Nueve caballeros que estaban relacionados
entre sí a través de lazos de sangre, o por medio de diversos enlaces
matrimoniales. Ser monjes y soldados era una paradoja sin precedentes. En
Europa, los orantes nunca habían tomado las armas, y menos aún jurando a la vez
los votos de pobreza, obediencia y celibato. Los Caballeros Templarios creían
que luchaban por Dios, y que si caían durante la batalla, serían enviados
directamente al cielo. Jamás se rendían si no eran superados en número por más
de tres a uno.
Balduino II de Jerusalén cede el Templo de Salomón a los
caballeros Templarios Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer en presencia del
Patriarca de Jerusalén. Ilustración del siglo XIII perteneciente a la crónica
“Histoire d´Outre-Mer” del historiador Guillermo de Tiro. (Wikimedia Commons).
En la actualidad existen en Europa cientos de antiguos
emplazamientos templarios repartidos por todo el continente que recuerdan su
existencia y modo de vida. A principios del siglo XIV se contaban alrededor de
15.000 propiedades y bienes inmuebles templarios: una inmensa red que se
extendía desde Inglaterra hasta Egipto y cuyo centro neurálgico se ubicaba en
Francia, corazón del mundo medieval en aquel tiempo. Las historias populares
narran que el propósito de la Orden del Temple era proteger a los peregrinos que
viajaban a lo largo de la costa del Mediterráneo hasta Jerusalén. Durante la
Edad Media, gracias a la protección de los Templarios, los peregrinos
occidentales veían garantizada su seguridad a lo largo de ciudades, caminos y
montañas. Pero, además de dicha protección, los Templarios también defendían el
reino cristiano de Jerusalén y otros lugares sagrados como parte de su deber.
Durante 200 años, se libraron Cruzadas en nombre de Dios,
consideradas como un choque entre civilizaciones. Fue entonces cuando nació una
encarnizada confrontación, entre el Occidente Cristiano y el Oriente Musulmán,
que en muchos aspectos ha perdurado hasta nuestros días. En 1065, Jerusalén fue
tomada por los turcos. Fue entonces cuando gentes de toda la cristiandad se
animaron a luchar para reconquistar la ciudad. Asimismo, otra de las razones
que provocaron la convocatoria de las Cruzadas fue la voluntad de la Iglesia de
bloquear cualquier eventual incursión islámica en tierras cristianas. Así, el
27 de noviembre del año 1095, el Papa Urbano II dio un discurso en el que
exhortaba a los cristianos a levantarse contra los musulmanes en Tierra Santa.
En aquellos momentos, los musulmanes controlaban España y parte de Europa del
Este. Miles de cristianos respondieron a su llamada empuñando la espada, pero
sólo unos 1.000 llegaron a Jerusalén.
Con los cristianos occidentales unidos a los bizantinos del
este y a los cruzados, liderados por Godofredo de Bouillon, se reconquistó
Jerusalén en el año 1099, después de cinco semanas de asedio contra los turcos.
Con los lugares santos de nuevo en manos cristianas, los occidentales
comenzaron a viajar a Jerusalén de forma masiva. En aquellos tiempos, la vida
fuera de las murallas de las ciudades era muy peligrosa, y se hizo necesaria la
creación de un cuerpo de élite que asegurase la protección de los peregrinos.
Fue entonces cuando nacieron los primeros Caballeros Templarios.
El Papa Urbano ll alentando a los cristianos a combatir en
la Primera Cruzada. Ilustración
perteneciente al libro "Extraordinary Popular Delusions and the Madness of
Crowds" (1841/1852) de Charles Mackay. (Wikimedia Commons).
Cuando volvieron a casa en el año 1128, tras la Primera
Cruzada, los Templarios eran ricos e influyentes, y sólo se sometían a la
autoridad del Papa. No pagaban impuestos y se les permitía cruzar, libremente,
las fronteras de los países europeos. Desde 1150 en adelante, custodiaban el
camino hasta Jerusalén, habiendo ideado un sistema que permitía a los
peregrinos viajar sin dinero ni objetos de valor, lo que les protegía de
ladrones y asaltantes. Los Templarios entraron también en el negocio de la
banca, y establecieron sedes en toda Europa, convertidos en depositarios de
inmensas riquezas. Los servicios financieros que ofrecían los Templarios se convirtieron
en modelo del sistema bancario actual, con transferencias monetarias, planes de
pensiones y cheques de viajes. Tal riqueza los convirtió en los más destacados
banqueros de su época, así como en la primera corporación multinacional
occidental. Su actividad más controvertida consistía en la emisión de generosos
préstamos. Tanto príncipes como plebeyos, se convirtieron en “clientes” de la
“banca templaria”, hasta tal punto que numerosos estados eran deudores de los
Caballeros del Temple. La iglesia, contraria a la usura hasta ese momento, hizo
la vista gorda.
Monedas de oro de los cruzados del reino de Jerusalén.
Dinares de estilo europeo expuestos en el Museo Británico de Londres,
Inglaterra. (Wikimedia Commons).
El 4 de julio del año 1187 los cristianos fueron diezmados
en la batalla de Hattin. Fue el peor desastre militar en Tierra Santa, y una de
las peores derrotas para el cristianismo. Los Templarios fueron pasados a
cuchillo por los conquistadores musulmanes, que volvieron a ocupar la ciudad de
Jerusalén. Con esta nueva caída de Tierra Santa en manos del Islam, la Orden
Templaria perdió su propósito fundacional y se convirtió en un banco para
deudores infelices. Con el fracaso de las Cruzadas y los cierres posteriores de
los pasos y caminos hacia Tierra Santa, los Caballeros Templarios ya no tenían
motivos para continuar existiendo. Se habían transformado en un ejército
permanentemente itinerante por Europa, que no respondía a nadie y sin batallas
en las que luchar. Fue entonces cuando todas las miradas cayeron sobre ellos,
debido a la riqueza y el poder político que poseían, y empezaron a ser vistos
como una gran amenaza para los poderosos de su tiempo.
Durante el siglo XIV, el Temple comenzó su decadencia. En
1302, el rey de Francia Felipe IV entró en conflicto con el Papa. Con una gran
necesidad pecuniaria debido a sus numerosos enfrentamientos bélicos, inició una
feroz campaña, hábilmente dirigida, para suprimir a los Templarios, hacerse con
sus riquezas y, al mismo tiempo, dar un toque de atención al Papado.
El viernes 13 de octubre del año 1307, todos los Caballeros
Templarios de Francia fueron apresados por agentes del rey Felipe. El monarca
ordenó que cualquiera de ellos residente en el país fuera encarcelado. Fueron
torturados hasta confesar herejía, homosexualidad y/o negocios deshonestos.
Fueron acusados de delitos capitales y perdieron sus propiedades. Muchas de
sus confesiones carecían de sentido y se debieron a las torturas sufridas, pero
después de obtenerlas, el papa Clemente V comunicó en el año 1312 a los
soberanos cristianos que despojaba de todos sus poderes a los Caballeros
Templarios. Desde entonces, la Orden del Temple pasó a la clandestinidad y sus
movimientos han sido un misterio.
Tras el edicto de Clemente en 1312, los Templarios
prácticamente desaparecieron de las páginas de la historia. Disponemos de poca
información acerca de lo que les sucedió a los cientos, posiblemente miles de
Templarios que no fueron detenidos. Según algunos documentos, su gran flota de
barcos desapareció, y es posible que huyeran a Escocia, importante bastión
templario en su momento. También podrían haberse dirigido a Suiza o haberse
ocultado en los Alpes del sur de Francia (su interminable cadena de montañas
habría sido un escondite perfecto para sus tesoros). Sí se les puede seguir la
pista a algunos de los supervivientes de la Orden del Temple, ya que en algunos
casos la orden simplemente cambió de nombre, convirtiéndose por ejemplo en los
Caballeros de Cristo en Portugal.
Pero de todos los misterios que rodean a los Caballeros
Templarios, uno de los más desconcertantes sigue siendo el de su estancia en
Jerusalén. Los Templarios literalmente desaparecieron durante nueve años, y lo
que hicieron allí en todo este tiempo continúa siendo un enigma a día de hoy.
Se trataba de nueve monjes de mediana edad que difícilmente podrían haber
protegido a los viajeros que entraban y salían de Jerusalén. Tampoco parece
existir documento alguno que nos hable de peregrinos custodiados por los
Templarios en este tiempo.
En 1867 una pista salió a la luz cuando un equipo
arqueológico británico empezó excavar bajo el Monte del Templo de Jerusalén.
Allí descubrieron túneles excavados verticalmente desde una mezquita hasta una
profundidad de unos veinticinco metros, para a continuación extenderse
horizontalmente bajo la cúpula del templo del rey Salomón. Se encontraron
diversas armas templarias en estos túneles, prueba de que habían sido
utilizados por ellos. Según la teoría comúnmente aceptada, los Caballeros
Templarios estaban excavando bajo el Templo en busca del tesoro que habrían
ocultado allí los judíos al destruir los romanos el Templo en el año 70 d. C.
Otras hipótesis sugieren que los Templarios custodiaban el Santo Grial y habían
descubierto en Jerusalén grandes tesoros. El Templo de Salomón albergó en el
pasado el Arca de la Alianza y las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos.
Existen escritos masónicos de principios del siglo XIX que citan los documentos
que supuestamente vinculan a los Templarios con el Arca de la Alianza y el
tesoro enterrado bajo el Templo de Salomón. Pero independientemente de cuál de
las teorías sea la correcta, lo cierto es que cuando los primeros Caballeros
Templarios regresaron a Europa, eran más ricos, poderosos e influyentes de lo
que habían sido jamás.
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