jueves, 3 de enero de 2013
Teoría De Las Cuatro Lunas
Según Horbiger, la Luna, la que nosotros vemos, no sería más
que el último satélite, el cuarto, captado por la Tierra. Nuestro Globo, en el
curso de su historia, habría captado ya tres. Tres masas de hielo cósmico
habrían alcanzado, por turno, nuestra órbita y habrían empezado a girar en
espiral alrededor de la Tierra, acercándose cada vez más y cayendo por fin
sobre nosotros. Nuestra Luna actual también caerá sobre la Tierra. Pero esta
vez la catástrofe será mayor, porque el último satélite helado es mayor que los
anteriores. Toda la historia de! Globo, la evolución de las especies y toda la
historia humana encuentran su explicación en esta sucesión de lunas en nuestro
cielo.
Ha habido cuatro épocas geológicas, puesto que ha habido
cuatro lunas. Estamos en el cuaternario. Cuando cae una luna, ha estallado
antes y, girando cada vez más de prisa, se ha transformado en un anillo de
rocas, de hielo y de gases
Es este anillo lo que cae sobre la Tierra, recubriendo en
círculo toda la costra terrestre y fosilizando todo lo que se encuentra debajo
de él. En período normal, los organismos enterrados no se fosilizan, sino que
se pudren. Sólo se fosilizan en el momento en que cae una luna. Por esto hemos
podido registrar una época primaria, una época secundaria y una época
terciaria.
Sin embargo, como se trata de un anillo, sólo tenemos
testimonios muy fragmentarios de la historia de la vida sobre la Tierra. Han
podido aparecer y desaparecer otras especies animales y vegetales, a lo largo
de las edades, sin que quede rastro de ellas en las capas geológicas. Pero la
teoría de las lunas sucesivas permite imaginar las transformaciones sufridas en
el pasado por las formas vivas, así como prever las transformaciones venideras.
Durante el período en que el satélite se acerca, hay un
momento de unos centenares de miles de años en que gira alrededor de la Tierra
a una distancia de cuatro a seis radios terrestres. En comparación con la
distancia de nuestra Luna actual, ésta se encuentra al alcance de la mano. La
gravitación cambia, pues, considerablemente. Ahora bien, la gravitación
determina la talla de los seres. Éstos crecen en función del peso que pueden
soportar.
En el momento en que el satélite está cerca, hay, pues, un
período de gigantismo.
A finales del primario: enormes vegetales, insectos gigantescos.
A fines del secundario: diplodocus, iguanodontes, animales
de treinta metros. Se producen mutaciones bruscas, porque los rayos cósmicos
son más poderosos. Los seres, aliviados de su peso, se yerguen; las cajas
craneanas se ensanchan; las bestias levantan el vuelo.
Tal vez a finales del secundario aparecieron los mamíferos
gigantes. Y tal vez los primeros hombres, creados por mutación. Habría que
situar este período a fines del secundario, en el momento en que la segunda
luna giraba cerca del Globo, hace unos quince millones de años. Es la edad de
nuestro antepasado, el gigante. Madame Blavatsky, que pretendía haber tenido
acceso al Libro de los Dzyan, que sería el texto más antiguo de la Humanidad y
contendría la historia de los orígenes del hombre, aseguraba también que una
gigantesca y primera raza humana había aparecido en el período secundario. «El
hombre secundario será descubierto un día, y, con él, sus civilizaciones
extinguidas hace muchísimo tiempo.»
La segunda luna se acercará todavía más estallará en anillo
y caerá sobre la Tierra, que conocerá un nuevo y largo período sin satélite. En
los espacios remotos, una formación glacial espiral alcanzará la órbita de la
Tierra, que de ese modo captará una nueva luna. Pero, en este período en que
ninguna gran esfera brilla sobre las cabezas, sólo sobreviven algunos
ejemplares de las mutaciones producidas al final del secundario, que
subsistirán disminuyendo de proporciones. Todavía hay gigantes, que se van
adaptando. Cuando aparece la luna terciaria, se han formado ya los hombres
ordinarios, más pequeños, menos inteligentes: nuestros verdaderos antepasados.
Pero los gigantes brotados del secundario y que pasaron el cataclismo siguen
existiendo, y son ellos quienes civilizan a los hombres pequeños.
Cuando cae la luna terciaria, las aguas descienden
bruscamente, pero las conmociones precursoras han dañado ya la civilización.
Después del descenso de los océanos, desaparecen las cinco grandes ciudades,
entre ellas la Atlántida de los Andes, aisladas, asfixiadas por el reflujo de
las aguas. Los vestigios más claros están en Tiahuánaco, pero los horbigerianos
los descubren en otros lugares.
En México, los toltecas dejaron textos sagrados que
describen la historia de la Tierra según la tesis de Horbiger. En Nueva Guinea,
los indígenas malekutas siguen erigiendo, sin saber lo que hacen, enormes
piedras esculpidas de más de diez metros de altura que representan su
antepasado superior, y su tradición oral, que hace de la Luna la creadora del
género humano, anuncia la caída del satélite.
Bellamy, arqueólogo horbigeriano, encuentra alrededor del
lago Titicaca huellas de las catástrofes que precedieron a la caída de la luna
terciaria: cenizas volcánicas, sedimentos dejados por súbitas inundaciones. Es
el momento en que el satélite va a estallar en anillo y a girar locamente a
poquísima distancia de la Tierra antes de caer. Alrededor de Tiahuánaco, las
ruinas evocan talleres abandonados de pronto, útiles desparramados. La elevada
civilización atlántida sufre, durante unos miles de años, el ataque de los
elementos, y se desmorona. Después, hace de ello ciento cincuenta mil años, se
produce el gran cataclismo, cae la Luna, y la Tierra sufre un espantoso
bombardeo.
Y he aquí que, hace doce mil años, la Tierra capta su cuarto
satélite, nuestra Luna actual. Se produce una nueva catástrofe. Nuestro Globo
adquiere su forma, hinchada en los trópicos. Los mares del Norte y del Sur
afluyen hacia la mitad de la Tierra, y se recomienzan las edades glaciales en
el Norte, en las llanuras desnudas por la atracción que ejerce la Luna que
empieza sobre el agua y el aire. La segunda civilización atlántida, menos
importante que la primera, desaparece en una noche, tragada por las aguas del
Norte. Es el Diluvio, del cual nuestra Biblia conserva el recuerdo. Es la Caída
que recuerdan los hombres arrojados al mismo tiempo del paraíso terrenal de los
trópicos. Según los horbigerianos, los relatos del Génesis y del Diluvio son a
la vez recuerdos y profecías, ya que se reproducirán los acontecimientos
cósmicos. Y el texto del Apocalipsis, que jamás ha sido explicado, sería la
traducción fiel de las catástrofes celestes y terrestres observadas por los
hombres en el curso de las edades, y conformes con la teoría horbigeriana.
Según Horbiger, estamos, pues, en el cuarto ciclo. La vida
sobre la Tierra conoció tres apogeos, durante los tres períodos de lunas bajas,
con bruscas mutaciones y apariciones gigantescas. Durante los milenios sin luna
aparecieron las razas enanas y sin prestigio y los animales que se arrastran,
como la serpiente que evoca la Caída. Durante las lunas altas, existieron las
razas medianas, sin duda los hombres corrientes de principios del terciario,
nuestros antepasados. Hay que tener también en cuenta que las lunas, antes de
su caída, giran alrededor de la Tierra, creando condiciones diferentes en
aquellas partes del Globo que no están debajo de su trayectoria. De suerte que,
después de varios ciclos, la Tierra ofrece un espectáculo muy variado: razas en
decadencia, razas que se elevan, seres intermedios, degenerados y aprendices
del porvenir, precursores de las mutaciones próximas y esclavos del ayer,
enanos de las antiguas noches y Señores del mañana.
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tan interesante como sugerente, podria explicar la aparicion y desaparicion de muchas especies, muy convincente
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