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Equipo Infinito.



sábado, 9 de febrero de 2013

Más Frescos Que Una Rosa.



En varias iglesias europeas es posible contemplar, metidas en urnas de cristal, estatuas reclinadas de algunos santos. Algunas de ellas son solo modelos simulados, pero otras son auténticos cuerpos incorruptos que se han conservado durante muchos años, cuando no siglos.

El misterio en torno a estos cadáveres no se ha resuelto todavía de forma satisfactoria. Unos se han conservado de forma deliberada recurriendo a técnicas especiales de embalsamamiento, pero otros se han mantenido intactos accidentalmente. En cualquier caso, son cuerpos cuya conservación parece milagrosa, ya que no presentan la rigidez de las momias, ni están tan secos como estas. Además, con frecuencia se han preservado frescos en condiciones de humedad y temperatura que suelen favorecer la putrefacción.

Algunos ejemplos son realmente sorprendentes. Santa María Magdalena de Pazzi fue desenterrada un año después de su muerte y, aunque sus ropas estaban húmedas, su cuerpo se mantenía intacto. Lo mismo le sucedió a Santa Magdalena Sofía Barat, cuyo cuerpo se mantuvo perfectamente conservado con ropas húmedas y mohosas dentro de un ataúd que se encontraba en avanzado estado de desintegración. Según la costumbre de su época, Santa Catalina de Bolonia, fue enterrada sin ataúd, directamente en el suelo, pero su cuerpo se preservaba intacto dieciocho días después. Otro caso espectacular es el del religioso del rito maronita Charbel Makhloud(1828-1898), enterrado también sin ataúd: durante su exhumación el cadáver fue encontrado flotando en el barro en una tumba inundada, pero incluso en la actualidad permanece flexible y emite una especia de fluido sanguinolento.



Se conocen los casos de algunos santos martirizados cuyos cuerpos soportaron condiciones durísimas, como el enterramiento en el agua o haber sido sepultados con heridas abiertas, lo que potencia la corrupción del cadáver. El ejemplo del jesuita polaco San Andrés Bobola(1591-1677) es prototípico: fue brutalmente torturado y asesinado y su cuerpo permaneció colgado varios días a la intemperie sin descomponerse. Sus discípulos le enterraron en una cripta y sesenta años después un equipo médico confirmó que, a pesar de las heridas abiertas, estaba incorrupto. La conservación de su cuerpo fue reconocida oficialmente en 1835.



La lista de santos incorruptos como los citados es exhaustiva. La investigadora Joan Carroll Cruz ha contabilizado al menos un centenar de ellos en su libro The Incorruptibles (1974)., pero hay muchos más, ya que también se conocen casos de personajes no santificados. ¿Cómo se explica que estos restos mortales hayan permanecido en ese estado aunque muchos de ellos fueran enterrados en las citadas circunstancias?

¿Sustancias químicas?

Son diversas las hipótesis que se han avanzado para explicar el fenómeno de los cuerpos incorruptos. Resulta plausible la relativa a las dietas frugales, especialmente en los casos de inedia, ya que la abstinencia de comida y bebida favorece que el cuerpo n o se pudra del modo en que lo haría en circunstancias normales porque se produce una notable disminución del metabolismo. Sin embargo, tal hipótesis no se puede aplicar siempre. Además, podría repetirse igualmente en víctimas el hambre y no hay ninguna constancia de que el fenómeno se haya manifestado en esos casos. Otros alegan que la causa es la vida espiritual, que se manifiesta victoriosa sobre la materia corporal mediante una transformación bioquímica que va más allá del último suspiro, pero los escépticos más acérrimos alegan que los cuerpos incorruptos son fraudes perpetrados por los integrantes de la orden religiosa a la que pertenecía el santo en cuestión, o bien por sus devotos.



Precisamente en Italia, el país en el que se han producido más casos de santos incorruptos, se vienen utilizando desde hace siglos ciertas técnicas secretas de embalsamamiento que producen este efecto en los cadáveres. Resultan especialmente notables las llevadas a cabo en Palermo (Sicilia) por los frailes capuchinos. En la década de 1920 se momificó el cadáver de Rosalía Lombardo, una niña de dos años. Según el escritor Mauro Piccoli, el responsable de proceso fue el doctor Solafia mediante inyecciones de diversas sustancias químicas, Su aspecto actual es extraordinariamente fresco: tiene los ojos cerrados y la piel esponjosa y sonrosada.



Para obtener tales resultados se recurre a la transformación de la grasa en cera cadavérica, algo que se observa también en el fenómeno natural denominado adipocira, que se produce cuando un cadáver se expone a un ambiente de humedad relativa pero estéril. En el Cementerio de los Inocentes de París se descubrieron cientos de cuerpos incorruptos en las fosas comunes donde se almacenaban desde hacía siglos miles de cadáveres apilados. Tras haberse producido la primera fase de saponificación de los tejidos por hidrólisis de las grasas, las partes blandas se transforman en un material de apariencia plástica. Desaparecen las estructuras microscópicas, pero la piel mantiene su elasticidad hasta el punto de parecer curtida.



Sin duda, no todos los cuerpos incorruptos de santos se han conservado debido a un fenómeno de adipocira, ni todos han sido tratados con inyecciones de sustancias químicas y mantenidos en atmósferas secas, como sucedió en el siglo pasado con el papa Juan XXIII, a cuyo cadáver se inyectó una mezcla de formaldehido y alcohol metílico, además de otros conservantes artificiales. Pero ¿realmente pueden inscribirse todos los cuerpos incorruptos en el marco de los citados procedimientos?



La ciencia no acepta que el fenómeno que protagonizan los santos católicos se deba a hechos sobrenaturales, ya que se ha observado también en místicos de otros credos y en personas no religiosas. Lo atribuye a determinadas prácticas de embalsamamiento y a factores relacionados con las condiciones ambientales.

El caso de Ursula Micaela Morata

En España existen muchísimos casos de cuerpos incorruptos, citaré en este post uno en especial, que me llegó gracias a Zanobbi y que ha sido la causa de haber escrito sobre este tema, en los enlaces del final podréis encontrar información al detalle sobre muchos más.



El caso en cuestión es el de Úrsula Jerónima Morata e Iscaya, que nació en Cartagena en el año 1628 y murió en Alicante en 1703, y que fue la fundadora del convento de Clarisas Capuchinas de Alicante. La última de 13 hermanos, no disfruto mucho de sus padres pues estos fallecieron con tres días de diferencia cuando ella tenía tan solo 3 años, haciéndose cargo de la pequeña su hermana mayor Sebastiana.



«…dióme un paroxismo que estuve, a mi entender, sin sentidos veinticuatro horas poco más o menos. Lo que en ese tiempo gozó mi alma no es posible de declarar… Halléme en una inmensa claridad y luz divina, que sin ofrecerme objeto ni imagen alguna a la vista gozaban las potencias y sentidos, que a mi parecer parecía estaba ya en la gloria.»

Autobiografía, Cap. I.

Personalmente creo que con cuatro años no se si se tiene la madurez para ser consciente de estas cosas, pero en fin, continuamos con la vida de Úrsula Jerónima.



Por disposición de su hermana aprendió a leer y a escribir, algo poco común en la época, y también tuvo un aprendizaje espiritual bastante estricto y dominante, con oración, ayunos y mortificaciones día sí, día también.



Tras un sueño en el que profetizó la muerte de un sacerdote conocido de la familia ingresó en el Monasterio de las Capuchinas de Murcia. Allí profesó el 20 de enero de 1647, adoptando el nombre de Micaela.



En 1648 la peste azotó Murcia convirtiéndose Sor Úrsula en enfermera de las apestadas. En 1651 y 1653 el desbordamiento del río Segura obligó a la comunidad de religiosas a abandonar el monasterio y refugiarse en el Monte de las Ermitas. Durante este período, Sor Úrsula Micaela vivió la noche oscura, etapa de crisis espiritual entre los místicos. En 1652 recibió el mandato de su confesor de escribir su autobiografía.



En 1653, como conclusión de la noche oscura, experimentó la transverberación del corazón de modo semejante a Santa Teresa de Jesús:



«Me fue mostrado en espíritu un ángel con un dardo de fuego que me lo metió en el corazón. Fue tan grande el dolor y fuego que sentí, que me penetró todos mis huesos y caí en tierra desmayada. Mas el ángel me detuvo para que no me hiciese mal. Estuve así cosa de una hora gozando y padeciendo lo que yo no sé decir, sino que me abrasaba y quemaba en llamas de amor divino»



Autobiografía, Cap. VI



Sor Úrsula Micaela vivió diversas experiencias sobrenaturales también presentes en otros místicos: visiones, locuciones, milagros, percepción extrasensorial, etc. Destacando especialmente por la bilocación, que la llevó incluso a otras naciones; y por la profecía, que la convirtió en un oráculo al que se acercaba el pueblo en busca de consejo, entre ellos Carlos II y Juan José de Austria, con quienes mantuvo correspondencia epistolar.



En 1661 fue elegida consejera y secretaria de la comunidad.



En 1672, y tras arduas gestiones y complicaciones, fundaría el convento de Clarisas Capuchinas en Alicante. Primero en una residencia provisional, y más tarde en el conocido como monasterio Triunfos del Santísimo Sacramento, que sería costeado por las limosnas de los alicantinos y por Juan José de Austria.



Ejerció el cargo de vicaria hasta 1699 en que fue elegida abadesa, oficio que desempeñó hasta su muerte. En su Autobiografía no recogió sus últimas vivencias, pues dejó de escribir en 1684. Sin embargo las monjas contemporáneas dejaron testimonios y escritos referentes a esta última etapa de su vida. Además la ciudad de Alicante editó un panegírico de honras fúnebres tras su fallecimiento, donde registraron los datos más importantes de su vida.



Tras dos años de penosa enfermedad murió el 9 de enero de 1703, a la edad de 75 años. La fama de santidad y el prestigio social que había alcanzado hizo que su cadáver permaneciese expuesto en la iglesia por 6 días. El cuerpo permaneció incorrupto, caliente y flexible en todo momento, por lo que no se le dio sepultura. En 1742 el obispo de Orihuela D. Juan Elías Gómez de Terán, al encontrarlo todavía intacto, mandó que el cadáver permaneciese en un arca sin ser enterrado. Así se ha conservado hasta la actualidad, permaneciendo todavía incorrupto y flexible.

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