sábado, 11 de abril de 2015
Los Niños Verdes de Woolpit
Los Niños Verdes de Woolpit fueron 2
niños que aparecieron en la aldea de Woolpit en Suffolk, Reino
Unido, en el siglo XII. Los niños eran hermano y hermana y tenían
la piel de color verde.
El resto de su apariencia era
completamente normal. Hablaban un idioma irreconocible y rehusaban
comer nada que no fuese legumbres en sus vainas.
Con el tiempo su piel fue perdiendo su
coloración verde. Cuando hubieron aprendido inglés explicaron que
provenían de la "Tierra de St. Martin", que era un lugar
oscuro puesto que el sol nunca despuntaba del horizonte.
Aseguraban que estaban a cargo en ese
momento del rebaño de su padre, habrían seguido un río de luz al
tiempo que escucharon el sonido de campanadas, hallándose
repentinamente en Woolpit.
Algunas de las teorías poco frecuentes
proponían que el origen de estos niños era la Tierra Hueca; otras
que eran niños de dimensiones paralelas y algunas aseguraban que
eran niños extraterrestres.
La Dama Babushka
Durante el análisis de la filmación
del asesinato de JFK en 1963, una misteriosa mujer fue descubierta.
Usaba una gabardina marrón y una bufanda sobre su cabeza (la bufanda
es el motivo de su nombre, puesto que la utilizaba de un modo similar
a las abuelas rusas, también llamadas 'babushkas').
La mujer parecía sostener algo frente
a su rostro que podría tratarse de una cámara. Aparece en varias
fotos de la escena. Incluso después del tiroteo, cuando la mayoría
de la gente había huído del área, ella permaneció en su lugar y
continuó filmando. Poco después ella es vista alejándose al este
hacia Elm Street. El FBI pidió públicamente que la mujer se
acercase y les ofreciera la película que había filmado pero jamás
lo hizo.
En 1970 una mujer llamada Beverly
Oliver apareció diciendo ser la mujer Babushka, a pesar de que su
relato contenía varias inconsistencias. Ella es generalmente vista
como un fraude. Hasta el día de hoy, nadie sabe quién es la mujer
Babushka o qué estaba haciendo ahí. Mucho más extraño es su
negación a entregar la evidencia.
El Enigma de Oliver Thomas
El 24 de diciembre de 1909 la familia
Thomas se preparaba para disfrutar un año más de una entrañable
celebración. Durante todo el día los miembros de esta familia de
granjeros del pequeño pueblo de Brecon, situado en Gales (Reino
Unido), habían estado preparando la gran fiesta que, como cada año,
reuniría a la familia y a varios amigos y vecinos. Todo parecía
ideal para disfrutar de una noche de alegría en la que el espíritu
de la Navidad lo impregnaba todo. Incluso el clima parecía querer
unirse a la celebración, pues acababa de nevar y el campo estaba
cubierto con una capa de nieve que convertía el paisaje en una
postal. Al comenzar la cena todo era perfecto.
El guiso de la señora Thomas
impregnaba el ambiente con un olor apetitoso, demostrando una vez más
que era una excelente cocinera. Los niños jugaban y esperaban el
momento de los regalos y los mayores conversaban animadamente. Nada
hacía presagiar que algo acechaba a aquella gente, que el misterio
se iba a materializar de forma trágica rompiendo para siempre la
familia.
Gritos de socorro
La velada fue avanzando en medio de una
conversación agradable. El cabeza de familia, Owen Thomas, era un
excelente anfitrión, como había demostrado en anteriores ocasiones,
y de su hospitalidad disfrutaban esa noche el comisario del pueblo,
el veterinario y el pastor de una localidad vecina, todos acompañados
de sus familias. En total eran quince personas. La fiesta avanzaba y
la señora Thomas se percató de que se estaba acabando el agua. No
había problema, a apenas unos metros de distancia de la casa tenían
un pozo y solo había que ir con un cubo a sacar un poco de agua.
Como los mayores estaban en medio de una agradable charla, decidió
pedir a su hijo Oliver que saliese un momento a buscar agua al pozo.
Una decisión que la pobre mujer lamentaría toda su vida. Oliver
tenía once años, había ido en multitud de ocasiones a por agua al
pozo y no le importaba demasiado dejar durante unos instantes el
cálido ambiente que proporcionaba el hogar encendido. Afuera hacía
frío, pero había acabado de nevar y se veían ya las primeras
estrellas. El niño se calzó unas pesadas botas y, protegido con una
bufanda que amorosamente le había colocado su madre, salió resuelto
con un balde en la mano. Solo habían pasado unos instantes –después
dirían los que se quedaron en la casa que apenas fueron diez
segundos– cuando todos se estremecieron al oír un alarido del
pequeño. Fue un grito penetrante, más que nada de sorpresa, que
inmediatamente después fue seguido por llamadas de auxilio.
“¡Socorro, se me llevan!”, llegó
a decir Oliver. Todos los presentes salieron corriendo hacia la
puerta. Owen Thomas cogió su fusil, que colgaba de la chimenea,
mientras exclamaba: “¡Un lobo!”. ¿Era posible que ese gran
depredador hubiese atacado al muchacho? El veterinario, el pastor,
otro granjero invitado… todos salieron portando armas, palos y una
linterna. Pero en el exterior no estaba el pequeño, no había nadie.
Pudieron seguir el rastro que el niño había dejado en la nieve:
unas pisadas que se interrumpían bruscamente, como si hubiese
desaparecido sin dejar rastro o algo lo hubiese alzado para
llevárselo volando. Durante unos segundos, que parecieron eternos,
cundió el desconcierto, pero aún quedaba algo que les helaría la
sangre. Todos pudieron escuchar claramente de nuevo los gritos de
Oliver, que, para sorpresa general, venían de encima de sus cabezas:
“¡Socorro, me han cogido! ¡Socorro!”, le oyeron gritar. Todos
los que lo estaban buscando quedaron anonadados. Miraban hacia el
negro cielo, pero no eran capaces de ver nada. Ninguna pista, ningún
indicio que les mostrase dónde se encontraba el niño y qué era lo
que le estaba llevando hacia el cielo. Pidieron al chico que les
indicase dónde estaba, pero el pequeño Oliver ya no dijo nada
coherente, solo chillaba. Unos gritos de terror que pudieron oír
durante casi un minuto los desesperados familiares y amigos, un
tiempo eterno de impotencia en el que, para su desconsuelo, la voz
del pequeño se fue volviendo cada vez más tenue, como si fuese
subiendo y estuviese cada vez más lejos. Algo incomprensible había
sucedido. Alguien había arrancado a Oliver del suelo y se lo había
llevado volando. Aun después de la desaparición, y en medio del
desconcierto, varios de los asistentes siguieron buscando con la
lámpara alguna pista. Pudieron constatar que las huellas del
muchacho sobre la nieve parecían normales, pero se interrumpían
bruscamente a unos 20 m de la casa. A 2 m de las últimas huellas se
encontraba el cubo, como si el niño lo hubiese soltado desde una
cierta altura. El resto de la noche siguieron dando vueltas,
llamándolo, intentando descubrir entre las tinieblas alguna pista
que explicase el suceso.
Hipótesis descartadas
Al amanecer llegaron unos policías de
Brecon, que registraron con detalle toda la casa, los alrededores y
el pozo, al que bajaron. Pero no encontraron ninguna pista, nada que
pudiese explicar qué le había pasado al pequeño y, sobre todo,
dónde estaba. La única explicación que parecía plausible era que
algo se lo había llevado volando. Pero ¿qué ave hay en el País de
Gales capaz de levantar el vuelo con un niño de 11 años entre sus
garras? Ninguna, ni la mayor águila podría hacerlo. Los aviones
también quedan descartados, pues en 1909 la aviación todavía
estaba poco desarrollada y, sobre todo, el ruido del motor sería
claramente reconocible. Un silencioso planeador tampoco parece ser la
solución, pues la ausencia de un sonido que le delatase no evitaría
la posibilidad de maniobrar para capturar al niño y levantar el
vuelo permaneciendo casi un minuto encima de la casa. Un globo habría
sido difícil de maniobrar y, además, habría sido visto a la luz de
las estrellas que brillaban en el firmamento.
El caso del pequeño Oliver,
secuestrado por algo que bajó del cielo en la Nochebuena, quedó
finalmente archivado como pendiente de solución. Es uno más de los
que están a la espera de ser resueltos, algo en lo que casi un siglo
después muy pocos confían. La gran cantidad de testigos, entre los
que se encontraban personas de reconocida reputación, permite
descartar que la extraña historia de la desaparición del niño
fuese algún tipo de engaño, una mentira urdida para ocultar tal vez
algún crimen. La falta de una solución al misterio de la
desaparición de Oliver Thomas no evitó que en los años siguientes
los niños de aquella zona viviesen la víspera de la Navidad con una
mezcla de sentimientos contrapuestos. Era una fiesta de alegría, con
regalos para los pequeños, pero sabían que algo inexplicable se
había llevado volando al pobre Oliver. Tal vez algo había bajado
del cielo, pero en lugar de traerle regalos se lo había llevado para
nunca volver a ser visto. “Santa Claus es bueno y trae regalos,
pero ¿existe algún ser malo que viene volando en la Nochebuena para
llevarse a niños?”, preguntaban los pequeños de la zona a sus
padres. “No, hijo –les respondían estos–, solo hay un anciano
bondadoso que llega con regalos en un trineo tirado por renos
mágicos.” Pero por las noches, sobre todo durante la víspera de
la Navidad, los padres que pronunciaban estas tranquilizadoras
palabras no perdían de vista a sus hijos en ningún momento. Sabían
que si algo inexplicable se había dado cita una Nochebuena, podría
volver a por otro niño.
Ave gigante o monstruo de otra
dimensión
Durante casi cien años han sido muchos
los intentos de explicar lo que le ocurrió a Oliver Thomas. Desde un
primer momento se barajó la posibilidad de que lo capturase algún
tipo de pájaro. En 1977 muchos se acordaron de este misterioso caso
después de que se conociese el ataque de dos misteriosas aves negras
a un niño de diez años llamado Marlon Lowe. El suceso tuvo lugar en
Michigan (EE.UU) y no acabó trágicamente porque su madre intervino
rápidamente y arrebató a su hijo de las garras de los animales
cuando ya se estaban llevando por el aire al pequeño. Casos
similares han ocurrido en diversos lugares del mundo y en buena parte
continúan siendo un misterio, pues según los testigos no se trata
de aves conocidas. En ocasiones se ha especulado que podría tratarse
de algún superviviente de los teratórnidos, unos parientes del
cóndor de los Andes que vivieron hasta hace unos 10.000 años en
Norteamérica. Pero esas especies no se conocen en Europa. A veces
las descripciones de las criaturas son aún mas extrañas, pues
parecen reptiles alados como los que vivían en la época de los
dinosaurios. Otra hipótesis recuerda que, según diversas
tradiciones, durante momentos determinados del año, como la víspera
de Navidad, de Todos los Santos o de San Juan, los límites de
nuestro mundo parecen quedar mas difusos, siendo posible que salten
hasta nuestra realidad entidades que normalmente no viven entre
nosotros. Entidades que forman parte del mundo de monstruos como el
chupacabras, el diablo de Jersey o el demonio de Dover y que han sido
vistas en diversas ocasiones y lugares.
jueves, 9 de abril de 2015
El Llajtay
Es el hijo de la Pachamama y por
encargo de ella debe cuidar los animales silvestres. Se lo representa
como un hombre viejito de barba larga y cuernos como los de un
carnero. Los que desean cazar deben dejarle ofrendas, de esta manera
aparecerán las aves y la actividad será propicia; dice Coluccio que
antes de salir a cazar se hace una junta de gentes o kachakuna, en el
cual se invoca la protección del Llastay (parecida a la corpachada
de la Pachamama).
El Llastay acepta los pactos y los respeta si uno
no los da a conocer. Antonio Paleari en su Diccionario mágico
jujeño, representa un texto de Juan B. Ambrosetti: "Malos
también son los númenes propicios cuando se los irrita.
La
Pachamama y el Llastay, entidad única en su origen y duplicada más
tarde por la necesidad de antropomorfosear a los dioses, innata en el
género humano, brindan al hombre los frutos de la tierra, pero éste
ha de usarlos con mesura y según las legítimas necesidades, de lo
contrario estas divinidades hacen pagar bien caro el despilfarro".
Según el profesor Félix Coluccio en su imperdible Diccionario
Folklórico Argentino, el Llastay tiene casi la misma importancia que
la Pachamama en las zona.
Domingo Siete
Eranse una vez dos compadres, uno rico
llamado Cosme y otro pobre llamado Beto; el pobre era tan pobre que a
veces tenía que recurrir a la ayuda de su compadre; pero éste era
bastante avaro y siempre le ponía miles de “peros” para no
aflojarle ni un centavo.
Un día el pobre salió en busca de
trabajo pues las necesidades eran muchas y los dinerillos pocos…
pero esta vez salió con un rumbo distinto al de siempre.
- “Puede que me cambie la suerte” –
pensó y se puso en marcha.
Anduvo hasta casi la oración
(crepúsculo) y ya perdía las esperanzas en el momento que a lo
lejos divisó un rancho….
Al llegar comprobó que estaba
abandonado y sentenció volverse antes de que anocheciera. De pronto
sintió que venía gente. El susto lo desarrolló dar un salto y se
escondió en un tirante del techo.
Eran unos paisanos que el nunca vio.
Entraron en la casa, prendieron un fueguito y entre vino y vino
iniciaron a cantar:
- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis…
La convocón se iba animando cada vez
más y se largaron a bailar, siempre con los mismos versos.
El pobre Beto se divertía de lo lindo
pero con el pasar de las horas y siempre la misma canción se inició
a aburrir así pues en el momento que los cantores llegaron a “sábado
seis”, el gritó:
- A las cuatro semanas
se ajusta el mes….!
Los hombres pararon de cantar; miraron
al lugar desde donde salió la voz y dijeron: – Baje, amigo, ¿que
hace allí?…
- Los oí llegar y me asusté.
- No se preocupe compadre, le estamos
muy agradecido puesto que nos ayudó a alargar un poco nuestra
canción – y en recompensa le dieron una gran cantidad de dinero en
oro.
Al llegar a su casa pasao de contento,
Beto le comentó a su mujer que fuera a los de Cosme a solicitarle
prestado una balanza para medir las onzas regaladas.
Cosme, intrigado por el pedido, untó
un plato de la balanza con grasa con la intención de que un poco de
lo que fuera pesado quedara en el plato. Al regresar el aparato, notó
que en la grasa había polvo de oro y fue inmediatamente a lo de Beto
y le cuestionó:
- ¿De donde has sacado oro?
Entretanto Beto le contaba, Cosme
planeaba desarrollar lo mismo para ampliar sus arcas; y así lo
desarrolló… fue al mismo rancho, se trepó en la misma viga y
llegaron los gauchos cantores que prendieron fuego y descorcharon los
vinitos y entonaron:
- Lunes y martes,
y miércoles tres,
jueves y viernes,
y sábado seis,
a las cuatro semanas
se ajusta el mes…
La repetición del canto empezó a
impacientarlo y en el momento que llegaron a “sábado seis” pegó
el grito:
-¡Falta domingo siete!
Los paisanos enardecidos bajaron a
Cosme de la viga y en cuanto comenzaron a propinarle una paliza, éste
logro zafar y salió como alma que lleva el diablo.
La historia se propagó como un secreto
a gritos y así en el momento que alguien comenta algo inoportuno se
exclama: “¡ya salió con un Domingo Siete!”.
El Niño Moro
Cuentan que en cierto lugar en la
región cuyana existía, hace muchos años, un bosque impenetrable
donde habían hecho su guarida unos temibles bandoleros.
Un día,
pasó por las cercanías del bosque un matrimonio de paisanos que
iban haciendo un largo viaje a caballo y llevando consigo un niñito
de pocos meses. El niñito era moro, es decir, todavía sin bautizar.
De improviso, fueron sorprendidos los viajeros, por cuatro forajidos,
los que sin hacer caso a las súplicas del matrimonio, dieron fin con
ellos asesinándolos bárbaramente. En los últimos instantes la
madre les había rogado que respetaran la vida del niño, pues era
moro, sin lograr conmoverlos.
Al contrario, tomando uno de ellos al
niño por las piernitas lo estrelló contra un árbol. Entonces se
oyó desgarrador, un ¡ay! que lanzó al expirar el niñito.
Internáronse los bandoleros en el bosque y al comenzar a repartirse
el botín, vieron aparecer entre las sombras de la tarde que caía un
enorme pájaro negro, totalmente desconocido para ellos y el que,
luego de describir enormes círculos sobre sus cabezas, lanzó un
grito que era como el de un ser humano, repitiendo por tres veces el
¡ay! desgarrador del niñito que acababan de ultimar.
Paralizados de
espanto quedaron los bandoleros. Y cuando quisieron reaccionar, ya el
pájaro había desaparecido. Cuentan que los bandidos ya no tuvieron
sosiego: que a toda hora los perseguía el ¡ay! del niñito moro. Y
que, enloquecidos, fueron muriendo uno tras otro, agotados por la
sed, el hambre y los remordimientos sin atinar a otra cosa que a
taparse los oídos con sus manos para no oír el grito del niñito
sin bautismo al que, junto con sus padres, tan bárbaramente
asesinaron.
martes, 7 de abril de 2015
El Niño Dios, Esteban, Saulo y El Deseo De Tomas Moro
Solo la luz de un amor radicalmente
nuevo, que brota en la tierra por el nacimiento del Niño Dios, nos
permite saborear las palabras que Tomás Moro dirigió a sus jueces
cuando dictaron sentencia de muerte en su contra y le preguntaron si
aún deseaba añadir algo en su defensa.
El santo mártir, como gigante delante
de frágiles marionetas, comentó: "No más que lo siguiente:
Como podemos leer en en los Hechos de los Apóstoles, Pablo estuvo
presente en la muerte de San Esteban y guardó la vestimenta de los
que le apedreaban.
A pesar de ello, ambos son hoy en día
santos en el cielo y serán allí amigos para siempre. Así, yo
espero -y rezaré de todo corazón por ello-, que, aunque me hayáis
condenado aquí en la tierra, nos encontraremos para nuestra eterna
salvación en el cielo".
El Señor de la Renca
Es un pueblo de la provincia de San
Luis que se encuentra al noroeste de su territorio.El Rio Conlara Lo
atravieza y de ahi toma el nombre de renca.
Esta en una de la leyendas que se
confunden con la historia;especialmente cuando investigamos el
nacimiento de su nombre.La tradicion cuenta que en el pueblo de renca
(en chile)vivia un hombre que habia quedado ciego a causa de la
viruela.El ciego se ganava la vida tocando el violin que el mismo
habia hecho con la madera de un cardon
Lo llamaban para que tocase en las
fiestas,en los bautismos, en los casamientos,pero nunca pedia limosna
a cambio.
Cuando las fiestas se espaciava y el no
podia ganas dinero con su musica,trabajaba como leñador.Vendiendo en
el pueblo la leña que cortaba.Cierta vez llego una mala epoca,las
sequias y los pastos quemados pululavan por toda la region.El popre
ciego siguio insistiendo en la dificil tarea de trozar leña y
cargarlas sobre sus hombros,para luego vender en el pueblo.Se hizo
acompañar por un lazarillo que indicava donde dar el primer hachazo
para luego seguir golpeando.La lluvia se negava aparecer y las tardes
eran como infiernos en los desolados montes.
El ciego y su compañero se dirigieron
hacia el monte,que estaba completamente ralo,casi no quedaban arboles
para talar.Un espinillo en el medio de la planicie era el unico
ejemplar que esperaba el hachazo mortal.El azarillo le hizo tocar el
gruezo tronco para que no errara el hachazo inicial.sono el primer
golpe,pero el filo del hacha no irio la corteza del arbol;lo mismo
sucedio con cada hachazo posteriores cansado,el pobre ciego se sento
a descansar,elevando una plegaria al cielo para que le permitiera,con
esa leña,subsistir.
Volvio al espinillo y con toda su fueza
dio un golpe sertero que hizo seder la corteza,una gota se sangre
salio de la herida del arbol y callo en sus ojos ciegos,se quito el
liquido con sus manos y...se dio cuenta de que habia recuperado la
vista.otra vez sus ojos tenian vida.Veian luz y colores,y al fijarse
en el espinillo vio en el lugar de la herida del arbol habia un
cristo tallado...
El milagro se difundio en todo el
pueblo;llegaron de todos lados para ver al ciego que habia recuperado
la vista y al espinillo con el cristo tallado
los debotos de renca en chile quisieron
extender los dones de esta sagrada imagen y un dia tomaron la cenda
hacia el cuyo.La imagen tallada en el espinillo iba cargada sobre una
mula serrana, y todos esperaban la señal del santo para dejalo en el
lugar que el pidiera.Haci llegaron a este pueblo, y al cruzar el rio
con Lara,la mila se hecho y nadie le pudo levantarla.Esto se
interpreto como señal,entonces ahi se construyo la capilla.
Todo sucedio el tres de Mayo de
1745,fecha en que el pueblo onrra a su patron, el señor de la renca
de quien tomo su nombre.
La Laguna del Cobre
Cuenta esta leyenda araucana, que
apenas se atraviesa la Cuesta de la Totora, en Calingasta, dentro
mismo del corazón de la cordillera, a 5.000 metros de altura, se
encuentra la Laguna de Cobre.
Rodeada por los cerros, sus aguas tiene
un color verde intenso con algunos espacios rojos formados por algas.
Aquí, cuenta esta vieja leyenda, hace muchos años un indio araucano
raptó a la hija de un cacique de la región de Calingasta,
escapándose con ella. Hacían camino de noche. De día se ocultaban
en las cuevas de los cerros.
Así llegaron hasta la laguna.
Extenuados después de recorrer una distancia enorme, se durmieron
profundamente. Esto imposibilitó que pudieran oir la llegada furtiva
de un grupo de hombres de guerra enviados por el padre de la joven,
en seguimiento de la pareja. Esta fue sorprendida y el indio que robó
a la joven fue herido gravemente de un flechazo. La muchacha, que se
había enamorado de su captor, comenzó a correr pidiendo a su amado,
que se encontraba herido, que la siguiera.
Pero ese movimiento era
imposible. El araucano se encontraba a merced de los hombres enviados
por el padre de la joven. La laguna era la única salida posible para
la huida. Y mientras el la seguía, cayendo varias veces y volviendo
a levantarse, ella alcanzó la orilla de la laguna y comenzó a
penetrar en el agua, imaginando que podía llegar caminando a la
orilla opuesta. Pero pronto perdió pie y desapareció bajo el agua.
El la llamó infructuosamente desde la playa, pero finalmente cayó
herido de muerte por un sinnúmero de flechas. Los lugareños, que
conocen esta leyenda, advierten que no hay que pasar de noche por la
laguna. Pues allí, en el corazón de la cordillera, anda el alma del
indio que procura vengar a su amada y entonces ocurren toda clase de
calamidades.
domingo, 5 de abril de 2015
La Quebrada del Zonda
En la quebrada del Zonda (San Juan)hay
una roca extraña en forma de niño que dio origen al la leyenda que
contaremos a continuacion.
Dicen que hace muchos años existio en
la reguion una mujer muy pobre que tenia un solo hijo, y vivia de lo
que le daba la venta de cocho(maiz tostado y molido)quer ella misma
preparaba.
Todas las tardes se sentaba al frente
al morteroy molia las flores del maiz;pero por las noches el hijo le
robaba el cocho para comerselo.Lo que no comia lo tiraba,para que su
madre no se diera cuenta.La pobre mujer lo reprendia ,aunque solo le
queria es hacer comprender que lo que el comia por gulaera el unico
sustento que tenian solo para sobrevivir.
El chango, en lugar de escuchar a su
madre, cada vez se portaba peor .Uns mañana,junto para salir para el
mercado,el hijo robo parte del cocho,con tanata mala suerte qque
derramo el resto sobre el piso de tierra del rancho.
ya sin saber que hacer para detener las
correrias del pequeño,doña Glauca prefirio un terible grito:
"-¡Amalhaya, chango`e
porra!¡Siquiera viniera mandinga y te llevar lejos, a`nde ya no te
viera mas pa`que mes dejaras trabajar y ganarme la vida tranquila!."
No habia terminado de decirlo, cuando
un viento caliente, como el infierno misto se levanto del suelo,
llevandose al muchacho al otro lado de los cerros.
Al ver aquello la madre, arepentida de
lo que habia dicho para asustar al niño, salio corriendo detras del
viento que se se llevaba a su peuqño.Sigiuo hacia los montes,rogando
a dios que de le devolviera a su hijo,vivo o muerto...y asi fue como
despues de un largo rato vio que en la Quebrada del Zonda estaba el
cuerpo de su niño,pegado en la pared del monte transformandose poco
a poco en piedra.
Dicen que el mismo dia en que aparecio
en la quebrada la piedra con forma de chango, nacio el viento Zonda
arrazador del monte.Cuentan tambien que por las tardes, a la misma
hora en que la madre maldijo al pequeño,empìeza a "zondear"
en la region.
El Pehuen
Desde siempre Nguenechén hizo crecer
el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que
habitaban eses tierras no comían los piñones porque creían que
eran venenosos. Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado
y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne,
sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas
acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos.
Pero ocurrió que en toda la comarca
hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre,
muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los
jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay,
hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos
volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el
clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre.
Pero Nguenechén no los abandonó... Y
sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado, se
encontró con un anciano de larga barba blanca.
- ¿Qué buscas, hijo? -le preguntó
- Algún alimento para mis hermanos de
la tribu que se mueren de hambre. Por desgracia no he encontrado
nada.
- Y tantos piñones que ves en el piso
bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?
- Los frutos del árbol sagrado son
venenosos, abuelo -contestó el joven.
- Hijo, de ahora en adelante los
recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para
que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar
delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y
tendréis comida todo el invierno.
Dicho esto desapareció el anciano. El
joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los
llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida
reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así: -
Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus
consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que
sólo a él pertenece. Enseguida comieron en abundancia piñones
hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta.
Desde entonces desapareció la escasez
y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que
guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo.
Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida
fermentada.
Cada día, al amanecer, con un piñón
en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti
de debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro
padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se
propagan nuestros.
La Ciudad del Esteco
La ciudad de Esteco era, según la
leyenda, la más rica y poderosa de las ciudades del norte argentino.
Se levantaba en medio de un fértil y hermoso paisaje de la provincia
de Salta. Sus magníficos edificios resplandecían revestidos de oro
y plata.
Los habitantes de Esteco estaban orgullosos de su ciudad y
de la riqueza que habían acumulado. Usaban un lujo desmedido y en
todo revelaban ostentación y derroche. Eran soberbios y petulantes.
Si se les caía un objeto cualquiera, aunque fuese un pañuelo o un
sombrero, y aun dinero, no se inclinaban siquiera para mirarlos,
mucho menos para levantarlos. Sólo vivían para la vanidad, la
holganza y el placer.
Eran, además, mezquinos e insolentes con los
pobres, y despiadados con los esclavos. Un día un viejo misionero
entró en la ciudad para redimirla. Pidió limosna de puerta en
puerta y nadie lo socorrió. Sólo una mujer muy pobre que vivía en
las afueras de la ciudad con un hijo pequeño, mató la única
gallinita que tenía para dar de comer al peregrino. El misionero
predicó desde el púlpito la necesidad de volver a las costumbres
sencillas y puras, de practicar la caridad, de ser humildes y
generosos, y todo el mundo hizo burlas de tales pretensiones.
Predijo, entonces, que si la población no daba pruebas de enmienda,
la ciudad sería destruida por un terremoto.
La mofa fue general y la
palabra terremoto se mezcló a los chistes más atrevidos. Pedían,
por ej., en las tiendas, cintas de color terremoto. El misionero se
presento en la casa de la mujer pobre y le ordenó que en la
madrugada de ese día saliera de la ciudad con su hijito en brazos.
Le anunció que la ciudad se perdería, que ella sería salvada por
su caridad, pero que debía acatar una condición: no volver la
cabeza para mirar hacia atrás aunque le pareciera que se perdía el
mundo; si no lograba dominarse, también le alcanzaría un castigo.
La mujer obedeció al misionero. A la madrugada salió con su hijito
en brazos. Un trueno ensordecedor anunció la catástrofe.
La tierra
se estremeció en un pavoroso terremoto, se abrieron grietas inmensas
y lenguas de fuego brotaban por todas partes. La ciudad y sus gentes
se hundieron en esos abismos ardientes. La mujer caritativa marchó
un rato oyendo a sus espaldas el fragor del terremoto y los lamentos
de las gentes, pero no pudo más y volvió la cabeza, aterrada y
curiosa. En el acto se transformó en una mole de piedra que conserva
la forma de una mujer que lleva un niño en brazos.
Los campesinos la
ven a distancia, y la reconocen; dicen que cada año da un paso hacia
la ciudad de Salta. De: Cuentos y leyendas populares de la Argentina.
Selección e Berta E. Vidal de Battini. Bs.As., Consejo Nacional de
Educación, 1960. Vagos indicios recuerdan, en el campo asolado, el
asiento de la opulenta ciudad de Esteco tragada por la tierra en
castigo de sus soberbios habitantes.
La primitiva ciudad de Esteco
estuvo situada en la margen izquierda del río Pasaje, ocho leguas al
sur de El Quebrachal, en el departamento de Anta, Salta. Cuando
Alonso de Rivera en 1609 fundó la ciudad de Talavera de Madrid, los
antiguos pobladores de Esteco - que en parte vivían en la población
próxima que la reemplazó, Nueva Madrid de las Juntas - vinieron a
ella y comenzaron a llamarla la Esteco Nueva, nombre que se impuso
sobre el oficial. Pronto se enriqueció por ser un centro de intenso
comercio. Según el famoso padre Bárzana.
El P. Techo dice que fue
destruida por un gran terremoto en 1692. Sobrevive su nombre en un
topónimo, la Estación de Esteco, en la comarca en que existió la
ciudad antigua. La leyenda popular mantiene vivo, al cabo de siglos,
el recuerdo de la ciudad de Esteco, una, entre otras, de las ciudades
fundadas por los españoles que por causas diversas desaparecieron en
la época de la colonización.
Probablemente fue destruida por los
indios y sus habitantes buscaron un nuevo emplazamiento: Esteco la
Nueva, a la que según Juan Alfonso Carrizo, en su "Cancionero
de Salta", se refiere la leyenda, ya que tuvo un rápido
enriquecimiento, y algunas crónicas y tradiciones mencionan la
posibilidad de fuertes movimientos sísmicos en el lugar, Ricardo
Molinari y Manuel Castilla han dedicado sendas elegías a la ciudad
de Esteco. La copla admonitoria recuerda a los que perseveran en el
mal: "No sigas ese camino / no seas orgulloso y terco / no te
vayas a perder / como la ciudad de Esteco."
viernes, 3 de abril de 2015
El Cardón
La leyenda cuenta que la flor es la
transformación de la hija de un cacique que se había enamorado de
un humilde indio. El padre se opuso tenazmente a que se vieran y que
se unieran en matrimonio.
Los enamorados resolvieron fugarse. Y una
mañana, antes que el sol iluminara los cerros, emprendieron camino
para esconderse en los más intrincado de la montaña: Cuando el
cacique advirtió la ausencia de la hija y se dio cuenta que huía
del hogar con aquel indìo plebeyo que él aborrecía, salió en su
persecución. Muchas horas de delantera le llevaban los fugitivos,
pero él estaba empeñado en darle una buena lección a su hija y al
indio. . . no sabía todavía el castigo feroz que le iba a aplicar.
Cuando ya los tenía a la vista y los
iba alcanzando, los enamorados pidieron ayuda a la Pachamama, quien
les abrió el pliegue de su manto y los recogió en su regazo. El
cacique al verse soprendido por la desaparición de los enamorados
quedó allí a la espera, sin saber qué hacer, pero obstinado, no
dejaría que se burlaran de él, siguió vigilando noche y día,
mientras que ellos, con el tiempo, se convirtieron en cardón.
Cuando las nubes se tornan oscuras y
los cerros retumban en cada trueno, la india enamorada, convertida en
una blanca flor se abre sobre el pecho verde de su amado y asoma la
cara para ver la tarde sin sol y la lluvia que comienza, mientras
Pachamama sonríe en lo alto del cerro, observándolo al cacique
burlado en su orgullo.
Mamapacha La Leyenda de Garagoa
Nuestra Leyenda tiene su epicentro en
el Páramo de Mamapacha, especialmente en el cerro doña Francisca,
Cuentan los abuelos que en la falda del cerro sitio los enseñillos o
puente piedra, habitaba una señora muy rica, se vestía con una
hermosa túnica que le cubría todo el cuerpo y en otras ocasiones de
trajes similares al campesino; enaguas adornadas con encajes
preciosos, camisa en dacrón o seda, cubriendo su cabeza con una
mantilla de flecos finos, sus pies eran calzados por alpargatas
elaboradas en fique, se apoyaba en un bastón dorado, la acompañaban
seres míticos bajitos con apariencia campesina, unos interpretando
extrañas melodías, otros llevaban animales y plantas a estos seres
se les llamaba mohanes, al pueblo vienen a comprar panela, café y
tabaco; estos terrenos los gobernaba la matrona llamada Doña
Francisca a quien familiarmente le decían Mamapacha. En tiempo de
grandes sequías ordenaba a los mohanes que bajaran al pueblo en
horas de la noche para que raptaran a la más hermosa doncella que
encontraran. Una vez cumplida la misión, la víctima era conducida
al cerro y allí en una ceremonia especial la sacrificaban. Donde
caía la sangre de la muchacha, brotaba un manantial inagotable de
agua muy pura. Así nacieron la laguna de Mundo Nuevo y las quebradas
de la Colorada y Quigua, fuentes hídricas que alimentan el acueducto
de Garagoa.
Cosakait El Palo Santo
En esta leyenda que circula entre los
tobas, se cuenta que durante la época embrionaria del mundo, cuando
los seres humanos formaban una pequeña minoría, Cosakait, el más
apuesto y virtuoso de los varones de aquel grupo se había enamorado
de una joven doncella. Apuesto y ejemplar, estas virtudes no le
alcanzaron para enamorar a la joven doncella que tanto amaba.
Su tristeza y desventura lo condujeron
por el sendero de la enfermedad, de la que nunca regresó. "Decidle
que no quiero morir. Mas Yago (Dios) me quita la vida. Pero estaré
siempre con ella. Adornaré su cabeza de flores perfumadas.
Ahuyentaré los parásitos de su lado.
Daré fragancia al agua que beban sus
labios y laven sus ojos. Iré al cielo en el humo aromado de su ruego
en la ceremonia del NAREG. Y estaré donde ella se encuentre y le
dare lo que pida..." Tras estas palabras, la fiebre abrasó su
cuerpo y murió invocando el nombre de su amada.
La tierra que lo sepultó engendró el
árbol cosakait (Palo Santo), apreciado por sus aromáticas flores y
perfumada madera. Apenado por su dolor, su dios le dio vida eterna en
la forma de aquel árbol que luego se expandió por toda la selva,
cumpliendo con las promesas del joven enamorado. Los tobas
consideraron al palo santo como un árbol venerable por su nobleza y
le concedieron el honor de llamarlo cosakait.
miércoles, 1 de abril de 2015
El Indio con el Tigre Leyenda Araucana
Decimos nosotros los indios que el
tigre es dueño de la tierra. No hace daño cuando no lo ofenden.
Cuando lo quieren para enemigo, él sabe, y carga rencor con su
enemigo, para matarlo. Entre nosotros está reconocido que no hace
mal el tigre cuando no lo ofenden. Pero a su enemigo no lo perdona
jamás.
Basta que sea de la familia de su enemigo, no lo
perdona. Él sabe cuál es su enemigo y cuál no. Cuando los indios
encuentran al tigre, se invitan para matarlo. Luego se van; pero el
tigre ya sabe cuál fué el que le deseaba la muerte. Entonces lo
encuentran, allá, y lo convida a pelear su enemigo. Y él salta
sobre su enemigo. Al que no es su enemigo no le hace nada. Pasa cerca
de él peleando.»
«Una vez fué cautivado un hombre por
los cristianos. Y se escapó. Este hombre anduvo mucho tiempo solo en
los grandes desiertos. Faitaba casi nada para que muriese de hambre.
Una va encontró al tigre. Entonces este pobre hombre creyó ser
devorado por el tigre; cuando lo encontró. Tembló de miedo.
Se
arrodilló, dicen, para rogar a Dios y al tigre. Jamujaba la oreja el
tigre. Entonces se puso cerca de él, que lloraba. Siguió la marcha
este hombre. No le hizo nada el tigre. El tigre iba detrás de él.
Un rato después se adelantó y se perdió de la vista del
compañero. Más allá encontró avestruces. En seguida cazó
uno. Entonces volvió atrás para encontrar a su compañero, que
estaba casi muerto de hambre. Apenas podía ya caminar a pie.
Entonces este hombre, sabiendo que el tigre no le haría nada,
tuvo ánimo. Emprendió de nuevo el camino. Y vio la boca del tigre
manchada de sangre. Entonces lo siguió. Cuando iba llegando vio el
hombre al avestruz. Entonces bebió la sangre del avestruz. Así
escapó este hombre de morirse de hambre, por la ayuda del tigre. Así
lo acompañó muchísimos días. Cuando encontró gente el hombre,
dicen que fué cuando se apartó de su compañero. De ese modo pudo
llegar a su tierra y a su antiguo alojamiento
Ciguacoatl
Cuenta la leyenda que en un antiguo
pueblo aborigen asentado a orillas del Río Viejo, existía una
hermosa mujer esposa del cacique principal. Se decía que esta mujer,
de proceder extraño y misterioso, acostumbraba ir todos los viernes
a un determinado lugar del río, llevando abundantes alimentos, aves
ricamente preparadas y sabrosas bebidas.
Uno de los servidores del cacique,
extrañado por el comportamiento de la mujer, determinó seguirla a
prudente distancia. Lo que vio ese día lo aterró tanto que echando
a correr fue a contárselo a su señor.
El cacique no dijo nada a su
mujer de lo descubierto por su servidor, fingiendo ignorancia. Sin
embargo, al siguiente viernes la siguió, confirmando aquello que le
dijera su servidor. Vio que su esposa, sentada en una piedra junto al
río, golpeaba con su mano el agua y a la señal emergía
impetuosamente una inmensa serpiente que tenía su cueva en el mismo
río. El terrible reptil, posó su inmensa cabeza en las bellas
piernas de la mujer, y una vez alimentada, serpiente y mujer se
entregaron al placer sexual.
El indignado esposo mató a la infiel
mujer. Entonces la enfurecida serpiente agitó las aguas del río y
su corriente destruyó el milenario pueblo. Según la leyenda, los
sobrevivientes reconstruyeron su pueblo, al cual dieron por llamar
Ciguacoatl, que en lengua nahuátl significa “mujer serpiente”,
en recuerdo de esta historia, la esposa del cacique y la gigantesca
serpiente.
Arrechavala
El Coronel Joaquín Arrechavala fue un
militar español que sirvió en Nicaragua durante el período
colonial. Nació en Madrid, España, en el año 1728 y murió el año
1823, en la ciudad de León (Nicaragua) a los 95 años de edad.
El
Rey de España, Carlos II de Borbón, lo envió a Nicaragua, para que
formara parte de la oligarquía nicaragüense. Esta burocracia
española de la época colonial acumuló capitales improductivos
conformados de incalculables tesoros en oro, plata, y bienes raíces
con el fin de mejorar su posición social. El 14 de febrero de 1791,
Joaquín Arrechavala fue ascendido a Coronel.
En el periodo de 1811 a
1812 Nicaragua fue marcada por violentas insurrecciones contra la
dominación española en busca de la independencia. En este período
de agitación, el coronel Arrechavala fue uno de los principales
promotores de la adhesión de León al Imperio Mexicano de Iturbide,
para asegurar y garantizar la estabilidad de sus intereses. Durante y
después de la abdicación del Imperio Mexicano, el Coronel mostró
un implacable odio y aversión por los indígenas.
Por esa razón
paseaba por las calles de la ciudad de noche, montado en su caballo
lujosamente adornado, y latigueaba a todo indígena que encontrara.
Solía vestir su uniforme militar adornado de charreteras y hebillas
doradas.
Su caballo era negro o blanco (según el decir de unos u
otros), con su freno de metal precioso, y aterraba a los caminantes
nocturnos con todo ese ruido, y los indios se espantaban apenas lo
percibían a lo lejos o si escuchaban el galopar de su brioso
caballo. Así, Arrechavala era identificado como un espíritu
nocturno, porque siempre se le veía por las noches, en guardia para
asegurar el orden en ese período de sublevaciones contra el gobierno
colonial.
En la ciudad de León, en la Calle
Real, ahora Rubén Darío, que comienza en la Iglesia El Calvario y
finaliza en la Iglesia Sutiaba, hace su aparición el fantasma de
Arrechavala, vestido de militar, cabalgando a todo galope sobre su
caballo blanco. Dicen que es rubio, bien parecido, de ojos azules,
muy español y que sólo se deja ver por las mujeres; si encuentra
hombres a su paso, los persigue para darles latigazos.
Cuenta la
historia que era un hombre muy rico, que tenía grandes tesoros que
enterró en diferentes lugares de la ciudad de León y que mataba a
los indios que le ayudaban a esconder sus tesoros; por eso cayó
sobre él la maldición de los indios Sutiaba, debido a sus abusos y
malos tratos, y se convirtió en un espíritu condenado.
Según unos
espiritistas que cuentan que hablaron con él, su espíritu dejará
de molestar si logra conversar con algún familiar para indicarle
donde están enterrados los tesoros que había acumulado hasta su
muerte, ya que, de otro modo, debe errar eternamente entre los vivos
para vigilar aquellos mismos tesoros que enterró en vida.
Según la
tradición, Joaquín Arrechavala, así como muchos otros oligarcas de
esta época, enterraba sus riquezas. Sin embargo, para los indígenas,
la acumulación de éstas era inconcebible, ya que las riquezas
debían repartirse entre toda la comunidad.
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